sábado, 14 de abril de 2018

Los Comaltecos de ayer y la Semana Santa en Cuyutlán, Por el Profe Pepo Tele Ramírez 2a parte

LA SEMANA SANTA EN CUYUTLÁN

2ª Parte Profr Tele Ramírez Montes


Hombres y mujeres parecíamos perros en brama, pues el ser humano siempre anda en celo. Casi todos los animales tienen un periodo en que las hembras están dispuestas a recibir al macho, por ejemplo, las perras cada seis meses; en cambio nosotros los humanos somos más perros que los perros. Como dijo Rique Cruz, aquel que le pidió las nalgas a la Chata Genoveva, cuando le preguntó a un


parroquiano por una burra, le dice, ¿no has visto una burra? ¿de qué color? le contesta el interpelado: “el color no importa, al cabo pa' lo que la quiero”, remató Rique Cruz.


Entrada la noche del viernes, cada araña por su hebra, nos fuimos a “pistiar” a las terrazas y a las ramadas. Yo, después de la medianoche y bien encandilado, me regresé a nuestra carpa de lona; antes, fui a “tirar el agua” con tanta cerveza dan ganas de ir a “miar”. Entré al baño de una ramada que me quedaba de paso; terminé de orinar, su respectivo sacudión y a guardarlo para una mejor


ocasión y oportunidad; dice uno de los letreros de los mingitorios públicos, “dale gracias a Dios, hermano, que lo que tienes en la mano, no lo tienes en el ano”. Ya iba para afuera del pequeño cuarto un metro cuadrado, apenas cabe uno, improvisado con bardas de palapa, con el cielo y las estrellas por techo - cuando recordé que los compañeros se quejaban de no tener baño; improvisada como estaba, le di una
patada a la taza y la arranqué, acto seguido me la eché al hombro, valiéndome madre si me veían o no, y ahí voy, dando tumbos por toda la playa rumbo a la carpa, con mi taza de baño a la espalda. El Pípila me venía a ver y se iba de paso. 

Cuando llegué ya todos estaban dormidos, pero les grité a todo lo que daba el “galillo”: “¡Ahí está pa' que caguen, cabrones!” y les aventé la taza a media recámara de la carpa cinco estrellas, casi nivel diamante.


Al siguiente día casi todos nos fuimos a una terraza. Creo que era la más grande de la playa: estructuras de metal sostenían las láminas metálicas del techo, a la mitad y por un costado estaban los refrigeradores y la barra; largas hileras de mesas estratégicamente acomodadas por todo lo ancho y largo de la terraza


recibían a los visitantes, ávidos de intercambiar su dinero por una buena borrachera, para olvidar lo que no recordaban y recordar lo que no habían hecho, porque uno ya borracho es el...., CONTINUARÁ 



















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