LAS FIESTAS DE COMALA SON COMO LOS CANGREJOS, CAMINAN HACIA ATRÁS.BALANCE DE LA FERIA DEL PONCHE, PAN Y CAFÉ COMALA 2018.
Por Luis Armando Fuentes Valencia
Las fiestas de Comala son como los cangrejos, caminan hacia atrás, de eso no cabe duda. Ahora tocó el turno a la Feria del Ponche, Pan y Café en su edición más desorganizada. Se percibe que las autoridades comaltecas carecen de interés en la Feria y en cualquier otro tema que pudiera suponer su atención.
Para empezar, diré que se iniciaron las ventas desde el viernes 23 aunque la inauguración fue hasta el domingo 25 por la noche. La fecha y la hora resultan ilógicas pues las fiestas nunca inician en domingo por la noche y los comerciantes no deseaban a perder un fin de semana. Alguien me dijo que hubo contratiempos, pues el Ayuntamiento contrató a algún carpintero que cobró el anticipo por sus trabajos, pero no honró el compromiso y huyó. No pude confirmar la certeza de esa información.
El estacionamiento es el dolor de cabeza de toda fiesta comalteca, sin embargo, nada se hace para solucionar ese problema tan sentido por la población (y por los visitantes).
Si alguien se queja del desorden con un agente de tránsito, dice que quienes se estacionan donde no deben, no les hacen caso. Pero se les olvida que son autoridad y deben usar medidas de coacción. Quien se estacionó mal, protegido por el manto de la impunidad, mejor se burla de quien lo acusa, a pesar de saber que no le asiste la razón, porque se siente cubierto por ese manto.
Seguramente mucho de nuestro gusto por las fiestas populares es herencia de los españoles; todos tienen algo en común: Fomentan el sentido de solidaridad entre quienes viven y visitan los lugares en los que se celebran y eso los hace importantes. En Comala no sucede eso, sino más bien, todo lo contrario. Se provoca que algunos comaltecos peleen con otros o con los visitantes.
Es para lo que sirven las autoridades que no tienen capacidad de acción y, sobre todo, de entendimiento. Por ese camino, no llegaremos muy lejos.
Los mismos problemas que se observaron en ediciones pasadas se presentan en la actual, pero agravados. Seguramente nadie quiere reconocerlos ni solucionarlos. El único, fue el retiro del letrero multicolor que anuncia el nombre del pueblo en el Jardín Principal, pues, seguramente ya se convencieron de que resulta un estorbo. Ojalá lo coloquen en otro sitio y nunca más en ese Jardín.
Más de uno de los comerciantes que participan en la Feria, informan que las ventas fueron menores que las del año pasado, como que este modelo ya se agotó también. Los espectáculos populares no tuvieron regularidad y la calidad de algunos, muy baja. El Ayuntamiento o los beneficiados con la Feria, deben sacar y usar la cartera en vez de presentar los que tienen como única virtud, que no les cuestan. Deben averiguar el significado de la palabra calidad. La organización queda a deber mucho también en ese aspecto. Una feria no puede ser objeto de caridad pública. El balance oficial, sin embargo, será de excelencia, pero no pueden engañar al pueblo.
El Gobierno del Estado marca la pauta para convertir a Comala en la capital cultural del Estado y es algo que seguramente entendemos todos, excepto las autoridades, que debieran ser las primeras en entenderlo y talvez sea así porque la cultura y el alto consumo de alcohol no suelen ser buenas compañeras. Pero, han de saber que la cultura también puede ser negocio y muy bueno, pero hay que conocerla y saber manejarla. Y señores, no me refiero a la cultura del alcohol.
Seguramente, la cultura es el cambio que requieren tanto, estas fiestas como las guadalupanas. Y el pueblo en general. Resulta urgente atraer turismo y, sobre todo, alguno distinto del mochilero, para que la derrama sea mayor. Con tristeza vemos que después de cada festejo, algunos negocios cierran sus puertas porque el flujo y la derrama son muy variados. Carecemos de actividades para los turistas, sobre todo de aquellos que más gastan. Nada les ofrecemos para que hagan ni para que compren. Pocos lugares para que coman y varios de ellos, de calidad muy dudosa, aunque elevados de precio.
La Casa de la Cultura y el Auditorio Juan Rulfo son dos joyas convertidas en elefantes blancos (El Auditorio, mejor son oficinas). Otros pueblos mágicos tienen festivales musicales, de cine, de artes plásticas o de otras expresiones culturales. Deben aprovecharse esos espacios. Nosotros (o, mejor dicho, nuestras autoridades) solo sabemos de artes etílicas y de desorden.
Está muy bien que exista la Ruta del Café, pero quien visita Comala por segunda o ulterior ocasión, se encuentra con que lo único que le siguen ofreciendo, es lo mismo que le ofrecieron años antes. Como si no tuviéramos otra cosa que presumir. Hay que inventar, por ejemplo, la ruta de las lagunas. O rutas gastronómicas (muy comaltecas, pero sin influencias pseudo alpinas, que nos estorban).
Hay que fomentar que la derrama del turismo alcance a las familias comaltecas tan castigadas por las crisis recurrentes y la mala distribución del ingreso.
No nos peleamos con quienes ahora hacen negocio (que son muy pocos) sino que deben ser muchos más los beneficiados. Y si se hacen bien las cosas, quienes ahora hacen negocio, harán mejores negocios.
Los candidatos deben comprometerse a enmendar los errores de los actuales gobernantes, componer estos desastres y decir a sus votantes cómo piensan organizar nuestros festejos. Me dijo alguien del pueblo que las actuales autoridades (que muy poco saben), aprendieron muy bien a ordeñar, tanto que, como ya no pueden ordeñar más la vaca, buscarán ordeñar el toro. (Sic)
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