domingo, 15 de septiembre de 2013

Los Cristeros del Volcán de Colima, "La voz del laicado católico"

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA,
Libro Primero Capítulo Tercero 
“LA VOZ DEL LAICADO CATÓLICO”
Extracto y más información en http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/colima/1_2.html
ANTE EL JUZGADO DE DISTRITO
Y los diez días dados por los perseguidores de la Iglesia como plazo, corrían con vertiginosa rapidez. 
Dada la pública maldad de ellos, no había ninguna humana esperanza. 
Probóse no obstante el único medio legal que estaba al alcance de la Jerarquía Católica Diocesana: el recurso a la Justicia Federal y se pidió amparo al Juez de Distrito.
Y lo que no se niega ni aun a los grandes criminales, a saber la suspensión del acto, se negó aquí, no obstante la defensa brillante que hizo el Lic. don Silvestre Arias, del foro de Guadalajara, quien magistralmente encomió la obra de la Iglesia en Colima a través de los años, por medio de sus Sacerdotes; lo que el Sacerdote necesita trabajar para llenar sus distintos cometidos y cómo, en lugar de entorpecerse esta obra civilizadora, debería respaldarse y protegerse. Por otra parte -exponía el abogado Defensor- la Legislatura Local y el Gobernador de Colima habían obrado anticonstitucionalmente y por lo tanto el decreto en cuestión era nulo, puesto que la ley autorizaba a las Legislaturas de los Estados -no las obligaba- a reglamentar el número de los Ministros del Culto, pero según las necesidades de los propios Estados. Y, aquí en Colima, las necesidades de la entidad, pedirían aumento, conforme él demostraba, y de ninguna manera disminución.
El Ministerio Público lo desempeñaba el Lic. Fernando Villarello, que azuzó impía y audazmente a consumar la obra, a ir adelante -decía él con cinismo pasmante-, contra el enemigo de la cultura, de la civilización y de la paz, que es el Clero de la Iglesia Católica.
Y el Juez de Distrito, Sr. Lic. Everardo Ramos, hombre también al servicio del Régimen impío imperante, falló en contra del infortunado pueblo colimense libre y soberano. De esta suerte los atropellos de la Legislatura Local y del Gobernador fueron respaldados en pantomima de juicio por la Justicia Federal.
EL SOLEMNE PLEBISCITO
A medida que corrían los diez días que el señor gobernador Solórzano Béjar había dado para que entrara en vigor el decreto de limitación del número de los Sacerdotes que había ocasionado el conflicto, oraba el pueblo fiel con fervor más intenso y aun los niños -decíamos- multiplicaban sus actos de desagravio y sus penitencias, suplicando el auxilio del cielo.
Y, con la oración y la penitencia, muy bien entendieron los creyentes que había necesidad de aunar todos los recursos legales que en su mano estuviesen para obtener la libertad y se dieron a organizar, para el lunes de pascua -5 de abril en ese año- una gigantesca manifestación del pueblo para protestar frente a Palacio y ante el Gobernador y miembros de la Legislatura del Estado, por la actitud que, azuzados por la Masonería y como instrumentos de ella, estaban tomando, no sólo en contra de los derechos de la Iglesia, sino del mismo pueblo que ellos representaban y de quien ejercían el mandato, pidiendo lá revocación del Decreto que ocasionaba malestar en todas las clases' sociales.
Ya la víspera, en el domingo de Resurrección, las damas más distinguidas de la Sociedad se dieron prisa para organizar al pueblo, y el pueblo, electrizado, correspondió al llamado con prontitud y valentía.   ¿Quién convendrá que tome la palabra, en nombre de Colima, para hablar a estos perversos que se han convertido en enemigos del pueblo? Y se 'pensó en la Srita. María del Refugio Morales, distinguida y simpática poetisa colimense. Las señoritas Leonor Barreto y María Espinosa fueron las encargadas de ir a entrevistarla. Y la distinguida poetisa, con corazón de heroína, no obstante que previó desde luego la magnitud de su cometido, aceptó con un sí sonoro la invitación.
- Sí, iré. Cuenten conmigo. Amaneció el lunes de Pascua. De casa en casa, de boca en boca, corría el anuncio de la gran manifestación para pedir, para exigir que se diese oído al pueblo, que se respetasen sus sentimientos y su voluntad; que se derogase el Decreto que aún, en aquel día, no entraba en vigor. Y pobres y ricos, de la ciudad y aún de los pueblos y poblados circunvecinos, todos se aprestaron con decisión.    Y la gran muchedumbre de pueblo que se había estado reuniendo en el Jardín Núñez desde las primeras horas del día principió a desfilar. Por todas las calles corrían las gentes en grupos más o menos numerosos, para reunirse a la manifestación, con una espontaneidad nunca vista. 
Hombres y mujeres, ancianos y niños, damas de la aristocracia y mujeres del pueblo vibraban al unísono.









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