domingo, 15 de septiembre de 2013

Aparición del perro con patas de gallo, Leyenda Comalteca, Por el Profr. Rubén Jaime Valencia Salazar

LA APARICIÓN DEL PERRO CON PATAS DE GALLO
Leyenda Comalteca
Por  Rubén Jaime Valencia Salazar
En los inicios de los años cincuentas hicieron su arribo a Nogueras una familia de apellido Carrillo proveniente de El Tule, Jalisco. 
José Trinidad era uno de los hijos mayores que estudiaba en un seminario y se encontraba en el período de Diaconado, tiempo que les es impuesto a los estudiantes a efecto de que determinen con precisión el de continuar en su celibato o emprender una vida diferente.
Después de las labores familiares cotidianas y desde el inicio de la noche llegaba Trini a la población de Comala dedicándose a visitar a su ya gran cantidad de amistades, entre jóvenes y matrimonios, con quienes dialogaba y convivía por algunos instantes.
El trayecto de regreso al lugar de su residencia lo efectuaba caminando y nunca más allá de las diez de la noche.
A su paso por el lugar próximo al arroyo inmediato a la localidad observaba un perro de color negro que diariamente caminaba sobre la cerca de piedra localizada al lado sur del camino y llamando su atención el hecho de que siempre dejaba de verse en el mismo espacio.
Habían transcurrido algunos días y Trinidad imaginó que los horarios coincidían, él en su retorno y el animal en salir en busca de alimento o consumar alguna necesidad fisiológica.
Ante la continuidad de las visiones iniciaron en Trini algunas interrogantes, por lo que optó en efectuar su paso en horarios distintos y para su sorpresa el perro también lo hacía, observando que el animal, a medida en que se alejaba de su vista su tamaño era mayor y para disipar sus dudas decidió, en una ocasión, darle alcance y mayúscula fue su sorpresa, de horror y espanto, ya que al estar próximo a él, percibió un pestilente olor a azufre y observó que sus patas, además de enormes, semejaban a las de un gallo con prolongados espolones y al girar su cabeza le mostró sus desarrollados colmillos, saliendo de su hocico y agigantados ojos, continuas lengüeteadas de ardiente fuego.
El tiempo había transcurrido y al no retornar Trini a su hogar, en el horario acostumbrado, sus familiares temerosos de que hubiese tenido algún percance fueron en su búsqueda encontrándolo en el lugar con muestras de haber sufrido un inmenso espanto y el que les relató. Trinidad, familiares y vecinos, al día siguiente,
colocaron en el cercado una humilde cruz de palma, después un crucifijo y con el paso de los días Trini decidió no ser Sacerdote, trasladándose por el rumbo de Tecomán, contrajo matrimonio y ya con familia regresó para edificar, con el auxilio de los mismos vecinos, el monumento que aún existe.











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