LA APARICIÓN DEL PERRO CON PATAS DE GALLO
Leyenda Comalteca
Por Rubén Jaime Valencia Salazar
En los inicios de los años cincuentas hicieron su arribo a Nogueras una familia de apellido Carrillo proveniente de El Tule, Jalisco.
José Trinidad era uno de los hijos mayores que estudiaba en un seminario y se encontraba en el período de Diaconado, tiempo que les es impuesto a los estudiantes a efecto de que determinen con precisión el de continuar en su celibato o emprender una vida diferente.
Después de las labores familiares cotidianas y desde el inicio de la noche llegaba Trini a la población de Comala dedicándose a visitar a su ya gran cantidad de amistades, entre jóvenes y matrimonios, con quienes dialogaba y convivía por algunos instantes.
El trayecto de regreso al lugar de su residencia lo efectuaba caminando y nunca más allá de las diez de la noche.
A su paso por el lugar próximo al arroyo inmediato a la localidad observaba un perro de color negro que diariamente caminaba sobre la cerca de piedra localizada al lado sur del camino y llamando su atención el hecho de que siempre dejaba de verse en el mismo espacio.
Habían transcurrido algunos días y Trinidad imaginó que los horarios coincidían, él en su retorno y el animal en salir en busca de alimento o consumar alguna necesidad fisiológica.
Ante la continuidad de las visiones iniciaron en Trini algunas interrogantes, por lo que optó en efectuar su paso en horarios distintos y para su sorpresa el perro también lo hacía, observando que el animal, a medida en que se alejaba de su vista su tamaño era mayor y para disipar sus dudas decidió, en una ocasión, darle alcance y mayúscula fue su sorpresa, de horror y espanto, ya que al estar próximo a él, percibió un pestilente olor a azufre y observó que sus patas, además de enormes, semejaban a las de un gallo con prolongados espolones y al girar su cabeza le mostró sus desarrollados colmillos, saliendo de su hocico y agigantados ojos, continuas lengüeteadas de ardiente fuego.
El tiempo había transcurrido y al no retornar Trini a su hogar, en el horario acostumbrado, sus familiares temerosos de que hubiese tenido algún percance fueron en su búsqueda encontrándolo en el lugar con muestras de haber sufrido un inmenso espanto y el que les relató. Trinidad, familiares y vecinos, al día siguiente,
colocaron en el cercado una humilde cruz de palma, después un crucifijo y con el paso de los días Trini decidió no ser Sacerdote, trasladándose por el rumbo de Tecomán, contrajo matrimonio y ya con familia regresó para edificar, con el auxilio de los mismos vecinos, el monumento que aún existe.
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