viernes, 31 de enero de 2014

Los Cristeros del Volcán de Colima, Centros Clandestinos de Catesismo

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
Libro Primero Capítulo Cuarto “BOICOT”

Se fundaron en casi todas las manzanas de la ciudad pequeños centros clandestinos de catecismo. 
Estaban éstos bajo la dirección del gobierno eclesiástico, quien echó mano, principalmente, de las señoritas de los círculos católicos de estudio, afines a la A. C. J. M., para tan necesaria y laudable empresa. Hubo, sin embargo, también aquí, algunos de los muchachos de la A. C. J. M., que 
trabajaron con tesón, entre los cuales se contaba a Tomás de la Mora, mártir poco más tarde, quien era el brazo derecho del mismo Sacerdote Ochoa encargado de aquella organización catequística.
También en los pueblos perseveró el entusiasmo por defender su perseguida fe. De todos ellos afluían a la Capital del Estado sendas protestas contra los tiranos, calzadas por innumerables firmas. Entre todos se distinguió el pequeño pueblo de San Jerónimo, Col., de donde salió la primera protesta en la cual se lanzaba, además, la idea del Boycot, que todos los demás pueblos del Estado acogieron con grande entusiasmo.
Y así como en sus escritos manifestaban los católicos de San Jerónimo, Col., decisión y entereza cristianas, también lo manifestaban en sus obras.

EN LAS BARBAS DE LOS POLICÍAS

Muchas veces quisieron los servidores del tirano llevarse preso al Párroco de San Jerónimo don Ignacio Ramos; mas el pueblo nunca lo permitió. Siempre los fieles estaban alerta: una o dos campanadas de contraseña significaban que había peligro, que algo malo ocurría y todos dejaban sus trabajos, las casas se cerraban y se corría a la defensa de su Sacerdote.
En cierta ocasi6n un grueso piquete de soldados se presentó a las puertas de la casa parroquial en busca del Párroco; pero el pueblo en masa se amotinó al momento; aun niños de cuatro años llevaban sus sombreritos llenos de piedras, para luchar contra los perseguidores en caso de que quisieran llevarse a su Pastor; el capitán, jefe de la escolta, optó entonces por la paz y regresó a la capital del Estado sin atreverse a ejecutar la comisión que llevaba.
Y así como eran luchadores, eran fervientes: se hacía penitencia pública, se lloraba diariamente, allí en aquel templo helado y sin sagrario; aun los niños ayunaban y, de la mano de sus padres o hermanos mayores, descalzos y con coronas de espinas, salían de sus casas y atravesaban el poblado hasta llegar al templo. En otra ocasión, por esta su misma actitud gallarda, fueron a dar a la cárcel muchas de las señoritas de las principales familias de allí. 
En la prisión no hicieron otra cosa que cantar y rezar; ya cantaban sus canciones populares del boycot, ya alabanzas, ya rezaban todas unidas y en voz alta el Santo Rosario con la letanía cantada, o lanzaban el intrépido grito de ¡Viva Cristo Rey! Los enemigos ardían de rabia que desahogaban con insultos y palabras tabernarias; mas ellas perseveraban en su misma actitud.   CONTINUARÁ....
















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