domingo, 12 de enero de 2014

Los Cristeros del Volcán de Colima, BOYCOT (Melodía de Morir por tu amor)

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA,
Libro Primero Capítulo Cuarto “BOICOT, Melodía de morir por tu Amor”
También, entre la propaganda, con el fin de levantar y enardecer los ánimos, y conjurar el abatimiento, se hacían circular entre los católicos y en especial entre los héroes de aquella jornada, algunas canciones muy significativas, que se cantaban con los sones más en boga, con mucho entusiasmo y vida. Va a continuación una de las que se hicieron en ese tiempo más populares en Colima:
BOYCOT
(Melodía de Morir por tu amor)
Ir a la inspección,
Qué dicha ha de ser,
En medio de cuicos salvajes
Que casi nos quieren comer.
Y luego llegar
Ante el Inspector,
Que pone la cara
De nagual, de tetuán, de tejón.
Cantad, cantad, cantad, cantad,
Que al cabo la cárcel no come.
Reíd, reíd, reíd, reíd,
Que libres nos dan si son hombres.
Boycot, boycot, boycot, boycot,
Palabra que encierra un misterio;
Su nombre es sacrosanto,
Porque el miedo servil nos quitó.
Lanzarse al boycot
Sin un alfiler...
Al grito de gloria y de triunfo
Que dice: Viva Cristo Rey!
Gritar con pasión,
Volver a gritar.
A cada descarga
Con que intentan el grito acallar.
Cantad, cantad, cantad, cantad,
Que al cabo mi Cristo no muere;
Reíd, reíd, reíd, reíd,
Que al cabo con El nadie puede.
Boycot, boycot, boycot, boycot,
Aunque los tiranos relinchen.
Que sepan y entiendan
Que son libres los hijos de Dios.
Tomar el fusil,
Contra una mujer
Es cosa que no hacen los cafres
Y aquí sí lo saben hacer.
Llevarla a prisión,
Su sexo insultar,
Eso no sucede
Sino en tierras que manda un tetuán.
Cantad, cantad, cantad, cantad,
Que al cabo la cárcel no come.
Reíd, reíd, reíd, reíd,
En medio de los tecolotes.
Boycot, boycot, boycot, boycot,
Así cantaremos alegres,
En calles y plazas,
En palacios y hasta en la prisión.

DISCIPLINA DE UN PUEBLO
El pueblo perseveraba en el ayuno y la penitencia; las señoras vestían, en su mayoría, traje negro; todos caminábamos a pie, sin hacer uso ni de automóviles, ni de tranvías; el servicio de luz eléctrica se redujo a lo más indispensable; no se compraba en los comercios sino lo estrictamente necesario; nada de paseos y diversiones; los teatros y cines estaban desiertos y, en el templo solitario, continuaban los católicos llorando su orfandad y entonando cánticos de penitencia.
Para no dejar abandonado al pueblo sin instrucción religiosa, además de las innumerables hojas volantes que a diario se repartían, entre las cuales ocupaba el primer lugar un periódico pequeño titulado El Misionero del Hogar, de carácter doctrinal escrito por el entonces joven Sacerdote D. Enrique de Jesús Ochoa,... CONTINUARÁ...




 

  








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