2ª Parte y concluye; viene de la edición anterior.
A tal grado llego esto, que se mandaban a asesinar a sacerdotes.
En estos tiempos Don Alejandro Pinto aún era el sacristán y hacía la limpieza del templo y en las refriegas de la cristiada los federales se apostaban en las cúpulas del Templo de San Miguel y los Cristeros tomaban y se afortinaban la planta alta de la presidencia municipal y desde ahí se disparaban; los cristeros de la presidencia le tiraban a los federales que estaban parapetados en el Templo y viceversa.
En la escaramuza y disparos que había en los diferentes bandos, Don Alejandro entraba al templo y cuando se encontraba en él, se empezaban a escuchar las detonaciones y ráfagas de los federales y cristeros; cuando de pronto escuchó que caía un cuerpo por el caracol que conduce a la cúpula del templo y se dio cuenta que caía un soldado herido y con sangre en la cabeza, lo levantó y lo arrastró hacía un cuartito del interior en donde se encontraban las imágenes de San Judas y Gestas, cruces y la
figura de la Dolorosa, así como unos cuadros de la pasión de Cristo. Aparentemente era la bodega del grupo parroquial de la Hermandad del Santo Entierro y después de varios días llegó a ver como seguía y el federal estaba completamente curado de las lesiones y en agradecim
iento le escribió unas líneas en un papel y se la dio a “Don Alejo” y este, sin leerla la puso en su cartera.
Pasó el tiempo y después se dio por terminado el conflicto armado, donde el 21 de junio de 1929; el arzobispo de Michoacán y delegado apostólico Leopoldo Ruiz y Flores y el obispo de Tabasco Pascual Díaz, firmaron con el presidente Portes Gil los acuerdos entre la Iglesia Católica y el Estado, donde el gobierno federal concedía amnistía a los cristeros para que se rindieran y este devolvía los templos y casas curáles y los católicos quedaban en la misma situación que tenían antes de estallar la guerra cristera.
Obviamente muchos de los grupos desperdigados por toda la república, tanto de Cristeros como Federales no habían sido enterados de tal situación (no había los medios de comunicación adecuados), y seguían en pugna por los cerros, veredas y montañas.
Por este tiempo Don Alejandro Pinto, le pidió permiso al Párroco del templo para ir por su familia a Tonaya y el Padre le presto unas mulas de las que daban al templo de diezmo- para que se ayudara y se puso en marcha y cuando iba pasando por Alsiseca fue apresado por federales y ellos mismos le acusaron de Cristero y lo iban a ahorcar y cuando lo estaban esculcando le encontraron la carta donde le había escrito el federal que cayó por el caracol del Templo de
Comala y al momento los federales le soltaron y dejaron en libertad, disculpándose por el atropello que había sido objeto y le dijeron que cuando se regresara con su familia en ese lugar le darían pase seguro.
De esa manera terminó ese incidente, que por haber ayudado Don Alejandro a un federal y depositarlo en la bodeguita o cuarto de las imágenes y cruces, este le dio un salvoconducto para transitar por las agrestes regiones del sur de Jalisco, que le sirvió para reunirse con su mujer y tres hijos mayores que el maestro J. Guadalupe, (ya que este nació en este lugar en 1935) y trasladarse a nuestro pueblo de Comala, donde vivió el resto de su vida hasta el año de 1967, cuando entrego su alma al creador, dejando sus enseñanzas vivas en sus hijos y del cual el maestro Lupe ha forjado generaciones enteras de filarmónicos en Comala y el estado de Colima.
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