LOS CRISTEROS
DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición # 349
"LISTOS COMO BALA"
LA NOCHE DEL AÑO NUEVO
El año nuevo -1° de enero de 1927- fue esperado en oración al pie del pequeño sagrario, allí en aquel mismo domicilio de la calle República a que nos venimos refiriendo, por el Padre don Enrique de Jesús Ochoa, su hermano Dionisio y algunos otros muchachos de la A. C. J. M.
Se sabía, con seguridad, que grandes acontecimientos de tremenda trascendencia estaban ya a las puertas y que ellos -los que oraban- tendrían en aquellos sucesos parte principalísima. Sin embargo, parece que, en aquellos momentos, ninguno veía claro la participación que en el conflicto armado tomaría. Ni el mismo Dionisio Eduardo Ochoa que al salir de Guadalajara, pocos días hacía, con motivo de sus vacaciones de Navidad, traía la consigna de ayudar a los colimenses a organizar el Movimiento Armado, sabía que era el destinado por Dios para ser el protagonista de la epopeya cristera en tierras de Colima. ¡Qué sabía él de hazañas guerreras de montaña! ¡Qué sabía él de correrías bélicas! El iba a ayudar -pensaba- en todo -lo que fuera necesario, en todo' lo que se le ocupara, en todo lo que se pudiera, principalmente en imprimir a la Cruzada el espíritu genuinamente cristiano que era menester llevar.
En verdad, se había pensado en otros jefes militares que ya en épocas anteriores hubiesen sido guerrilleros; se había pensado en Tranquilino Corona, de Cihuatlán; en Juan Flores, de Zapotitlán, y en el Dr. Miguel Galindo, de esta ciudad de Colima.
Parece que el médico Galindo -sin que el que esto escribe pueda con toda seguridad afirmarlo, ni sea posible confirmarlo- estaba ya en el secreto.
Así lo dedujo, casi sin temor de equivocarse, de muchas conversaciones oídas, de muchos cabitos sueltos reunidos y atados; pero el doctor Galindo no estaba en Colima en esos días: había salido a la ciudad de México. De aquí que, lo único que los muchachos veían con seguridad, con rasgos definidos, en el cielo de su vida, era la cruz de luz que en el cielo de Japón vieron Felipe de Jesús y sus compañeros cuando el galeón que los conducía era arrastrado hacia allá por la tempestad; cruz de luz que significaría triunfo, triunfo espléndido, pero a costa de ofrendarse como víctimas.
LISTOS COMO BALAS
La razón de tal perplejidad en estas cosas y de que ni los mismos muchachos que fueron los protagonistas supieran a ciencia cierta cómo se habrían de desarrollar los acontecimientos, era que no sólo existía la Liga Defensora de la Libertad Religiosa que en todo el territorio nacional organizaba y dirigía el magno y cOmplicadísimo movimiento de defensa, sino que, principalmente en el occidente, sobre todo en Michoacán y Jalisco, pero con ramificaciones en Colima, existía una organización secreta conocida con el nombre de la U, que al terminar el movimiento desapareció.
Ambos organismos, por lo general, se completaban y marchaban de acuerdo y se obtenía una maravillosa unidad, sobre todo si una y otra jefatura -la de Liga y la de U- eran llevadas por una misma persona o un mismo comité, pero muchas veces no fue así y resultaron, desgraciadamente, como era inevitable, fricciones y resquebrajaduras que todo el movimiento resintió y que los mismos católicos que luchaban lamentaban, sin saber explicarse tales cosas. En Colima pertenecieron a la U algunos prominentes señores de los Caballeros de Colón; pero la A. C. J. M., casi en su totalidad, aun con su Asistente Eclesiástico, quedó al margen. ¡Quién se iba a fiar, humanamente, de los muchachos! Pero lo que ante el mundo nada vale es -lo decía ya Pablo de Tarso- lo que el Señor elige para sus grandes designios. Por eso aquí en Colima nuestros muchachos acejotaemeros sólo sabía'n lo que iba a suceder; solamente sabían que habrían de cooperar y únicamente esperaban instrucciones. Para el trabajo, para la aventura, para la lucha y el sacrificio estaban como balas, listos para dejarse ir en la dirección que se les indicase.
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