lunes, 30 de octubre de 2017

Los Cristeros del Volcán de Colima. Aun en Marcha

LOS CRISTEROS DEL VOLCAN DE COLIMA
Cronica del 27 de abril al 2 de agosto de 1927
Viene de la edición anterior
AUN EN MARCHA

Si atravesando por las proximidades de la hacienda de Quesería, Col., había fracasado el intento, ahora debería intentarse la salida por el camino de Tenaxcamilpa y cruzar después la vía del ferrocarril, cerca de la estación de Villegas, Jál. El plan debería ponerse en ejecución inmediatamente, pues según todas las probabilidades, al día siguiente, si pernoctaban allí en Caucentla, serían atacados por el enemigo que había quedado atrás, a unos cuantos kilómetros.
Largo rato se caminó por veredas montuosas y extraviadas, atravesando oscuras barranquillas donde no penetraban aún los rayos de la luna; pues intencionalmente se dejaron los caminos ordinarios para evitar nuevos encuentros con el enemigo. Los cruzados iban en completo silencio y extendidos en larga hilera, de uno en fondo, cubiertos con sus gabanes obscuros, para no hacer blanco, en los lugares descubiertos, donde la luz de la luna los bañaba, y aun absteniéndose de fumar para mayor cautela.
Al fin, hubo de llegarse al ancho camino carretero que lleva a la hacienda de Tenaxcamilpa, por el cual tenían por fuerza que pasar.
Eran ya pasadas las 12 de la noche. Hacía ya una semana que casi no habían dormido aquellos abnegados libertadores, pues había sido un continuo caminar de aquí para allá; estaban por tanto, agotados por el cansancio, los desvelos y también por el hambre.
La noche era singularmente diáfana, y el ancho y polvoriento camino estaba completamente iluminado por la luz argentina del astro apacible que resplandecía en el cenit. A uno y otro lado de aquel ancho sendero había una gruesa cerca de piedra, y, tras de ella, también de ambos lados, se levantaba la maleza obscura y espesa.
Para entrar al camino había que pasar por una gran puerta de golpe. Los que iban a la vanguardia se acercaron a ella, no advirtieron ningún peligro y la abrieron. La puerta rechinó pesadamente y empezaron los soldados a desfilar, uno tras otro. Gran número de aquellos cruzados iba dormitando en su mismo caballo; algunos iban a pie, llevando de las riendas a la bestia, tanto para combatir el sueño, como para aligerarle el trabajo al animal, pues el trayecto era demasiado largo.
Cuando la columna acabó de pasar por la puerta, cerróla cuidadosamente el último soldado cristero, evitando hacer ruido. Rechinaron, empero, sus goznes agudamente. La columna continuó su marcha por en medio del camino, amplio y descubierto, iluminado con esplendidez por la luna que brillaba magnífica. Continuará



















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