miércoles, 14 de marzo de 2018

Los Cristeros del Volcan de Colima, Jefe Cristero al fondo del barranco

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
EL JEFE CRISTERO EN EL FONDO DEL BARRANCO
Crónica del 27 de abril a los primeros de agosto de 1927.

SOLO EN EL BARRANCO
Cuando los libertadores huían a través de los escabrosos pedregales, en medio del agua de la tormenta y bañados por las balas enemigas, Dionisio Eduardo Ochoa, sin que lo advirtieran sus compañeros, resbaló por entre las piedras mojadas y cayó entre los peñascos lisos y filosos, causándose algunas contusiones.
Esto fue providencial, pues los perseguidores, probablemente, pensaron que lo habían matado y siguieron tras los otros libertadores que iban adelante.
Cuando Ochoa se levantó y se encontró sin sus compañeros, torció tras unas altas peñas y, paso a paso, pues por los golpes no podía correr, empezó a descender hacia el fondo de un barranco. Empapado, sin ningún compañero, magullado por la caída y tiritando de frío, caminando riachuelo abajo. Cuando creyó que ya no sería imprudente salir, salió y tomó una vereda rumbo a la hacienda de El Naranjo.  Esa noche se rezó por él en el campamento del Vallecito de Cristo Rey. ¡También los cristeros lo creyeron muerto!
Cuando Dionisio Eduardo Ochoa se vio en esas condiciones y en la imposibilidad de volver al campamento de los cristeros de la región, por estar invadido el campo de enemigos y teniendo en cuenta que, en realidad, había terminado su misión en aquellas regiones, se decidió a pasar de una vez a su campamento del Volcán.     J. JESUS SOLIS
Al salir del barranco y llegar al camino, se sentó en una piedra a esperar si acaso pasaba por ahí algún conocido. El deseaba seguir a la hacienda de El Naranjo, conseguir un caballo y un compañero y proseguir hacia el Volcán que ya, con satisfacción, allá en el horizonte, se dibujaba, pues a pie no era posible continuar, porque con dificultad caminaba por estar tan golpeado.
Empapado por el agua de la lluvia que ya en esos momentos había cesado, algo malhumorado, resentido porque sus compañeros lo habían abandonado, dejándole en poder del enemigo, esperó largo rato. Al fin vio que montado sobre una bestia venía un muchacho, procedente de aquella regiÓn de El Cacao, por el camino que lleva a la hacienda de El Naranjo. Traía una arma larga -buena señal, pues quería decir que era de alguno de los grupos de soldados cristeros de aquellos lugares. - Muchacho, llévame por favor en tu caballo, porque estoy golpeado y no puedo caminar. ¿Me conoces? - Sí, usted es el jefe don Nicho ¿verdad? ¿Qué le pasó? - Sí, yo soy. Me caí cuando terminaba el combate y rodé por entre las piedras lisas del cerro. Los compañeros, seguramente no me vieron y me quedé solo. Tú ¿a dónde vas?
- Voy a un mandado de mi jefe, a la hacienda de El Naranjo.
....CONTINUARÁ..... 





















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