martes, 15 de octubre de 2013

Los Cristeros del Volcán de Colima, Instrucciones de disparar

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA,
Libro Primero Capítulo Tercero “EL COMANDANTE RECIBIÓ INSTRUCCIONES DE DISPARAR”
Extracto y más información en http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/colima/1_2.html

Una ola de indignación surgió de la muchedumbre y principiaron los gritos del pueblo que fueron contestados por los hombres que ocupaban el Palacio, con gesto arrogante y altanero. J. Guadalupe Rivas -el comandante de la Policía- recibió instrucciones de disparar sobre la muchedumbre indefensa. La mayor parte de los gendarmes -aseguraban los manifestantes después- disparaban tan sólo al viento. 

En cambio, muchos diputados y empleados que ocupaban los balcones, empezaron a descargar infamemente sus pistolas sobre el pueblo. Del balcón central en donde Solórzano Béjar dirigía aquel atentado monstruoso se disparaba con saña sobre Cuca Morales y las personas que de inmediato la acompañaban. 
Muchos de los manifestantes afirmaban entonces y siguen afirmando todavía, que el mismo Gobernador, con muestras de extremado coraje, disparó varias veces su pistola sobre Cuca Morales y su grupo. 
Por fortuna, dada la nerviosidad y la rabia que agitaba no sólo al gobernador, sino a todos aquellos hombres, ninguna bala hizo blanco en la excepcional señorita. Manuel Sánchez Silva, uno de los más adictos al gobernador Solórzano Béjar y que había estado allí en el balcón, al lado de él, desde el principio, queriendo poner a salvo la vida de éste, temiendo alguna bala del pueblo ultrajado, le cogió del brazo y le metió, mientras sus secuaces continuaban disparando sobre la multitud que, en desorden, agitación y entre gritos de encendida y muy justa indignación, abandonaba el jardín para ponerse a salvo.
Allí, a unos pocos pasos de Cuca Morales cayó un anciano. Cuca y sus compañeras pretendieron auxiliarlo, pero fue imposible. Hubo escenas tremendas de dolor en aquella confusión. Ni el anciano ni ninguna de las demás víctimas que luego aparecieron tendidas en su sangre sobre el empedrado de la calle y sobre los prados del jardín, fueron recogidos por los familiares o amigos. Hubo de abandonárseles en las convulsiones y el estertor de su agonía. Las bocacalles fueron cerradas por los soldados y no se abrieron sino hasta que el campo había sido levantado.
De esta suerte el Jardín Libertad fue consagrado como tal con la sangre de las primeras víctimas que, implorando libertad, fueron acribilladas por el gobernador Solórzano Béjar. ......       CONTINUARÁ
















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