LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMALa preocupación del Jefe CristeroCrónica del 6 al 27 de abril de 1927Viene de la edición anterior
Una de las primeras y más grandes preocupaciones de Dionisio Eduardo Ochoa fue no sólo formar soldados valientes, sino hacer que su comportamiento fuese digno de la Causa Santa que perseguían. Aun desde antes de salir de la ciudad de Colima, ese fue uno de sus grandes problemas:
Si se tratara de formar simplemente. un ejército de luchadores -decía-, no creo que sería difícil; pero hay necesidad de que estos luchadores lleven vida cristiana y de que honren, con una vida digna y heroica, el ejército de la Cruzada de Cristo Rey.
De esta grande preocupación de formar de sus reclutas, dignos soldados de Cristo, nació el ardor de sus exhortaciones en público y de sus conversaciones privadas:
No andamos buscando comodidades o riquezas; no ambicionamos empleos ni aplausos; trabajamos por Cristo, por El luchamos y daremos nuestra vida, si El así lo dispone; hay necesidad de que nos portemos dignamente; puesto que somos los defensores de la Libertad de la Iglesia y de las esencias mismas de esta Patria; somos soldados de Cristo, gracia que, sin merecerlo, El nos ha concedido.
A los Jefes de los nacientes grupos, solía el Jefe Ochoa amonestar de un modo especial:
Tenemos que recordar -les repetía en sus conversaciones íntimas- que el ser soldados de Cristo es gracia que El nos concede sin merecerlo. Y si el ser simple soldado ya es distinción de Dios, de la cual no somos dignos, mucho más indignos somos de ser Jefes de este Ejército suyo. Y si un simple soldado tiene deber de portarse dignamente en todos sus actos, mucha mayor obligación tenemos nosotros, los Jefes, de portarnos rectamente y de dar a nuestros soldados, en público y en privado, ejemplo de vida santa.
LAS NORMAS PARA LOS JEFES
Entre las normas que siempre el joven Jefe Ochoa adjuntaba al nombramiento escrito, por el cual alguno quedaba constituido Jefe de algún grupo de Cristeros, estaban las siguientes que él, a su vez, había recibido de manos del Maestro Anacleto González Flores, allá en la ciudad de Guadalajara:
Nunca se fusile a un enemigo, por malvado y perverso que sea, sin concedérsele antes, al menos, el tiempo necesario para que se arrepienta y prepare para la muerte. Cuando sea posible, facilítesele, si gusta, el que reciba los santos Sacramentos.
Los Jefes están autorizados para recoger, a beneficio del Ejército Libertador, toda clase de armas; mas se recomienda que sean siempre correctos y corteses al usar de este derecho.
Se manda terminantemente el guardar el mayor respeto a toda clase de familias, aunque sean de los enemigos verdaderos y declarados, y se advierte que una violación de este precepto tendrá que ser castigada con pena de muerte.
Queda también prohibido a los soldados quitar a cualquier particular lo suyo, pero, de los enemigos, quedan autorizados los jefes -no los simples soldados-, en los distintos casos particulares, para ordenar se tome lo necesario o útil para remediar las necesidades del ejército.
Quedan también autorizados los jefes -no los simples soldados- para solicitar todas las ayudas que sean necesarias para el sostenimiento de su grupo.
Se recuerda la obligación estricta que se ha contraído, bajo juramento, de no deshonrar la Causa que se defiende con actos indignos... CONTINUARA...
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