martes, 28 de abril de 2015

Los Cristeros del Volcan de Colima. "La Gánesis del Movimiento Cristero"


Ya en los últimos meses de 1926 habían aparecido los primeros brotes armados en diversas partes de la República, en contra de la tiranía, pero sin conexión ninguna de los unos con los otros: era el movimiento natural e instintivo de propia defensa.
Fueron los muchachos acejotaemeros del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en Guadalajara, Jal., los que, al clausurarse el culto público, secundados por aquel viril pueblo tapatío, se decidieron a defender su templo, para que no se apoderasen de él los hombres del Régimen de Calles. La chispa brotó, cuando unos chiquillos, eco y vanguardia de aquella muchedumbre creyente, detenían al día siguiente de clausurado el culto público, o sea el 1° de agosto, a los automóviles que pasaban frente al templo del Santuario, para pedirles que gritasen ¡Viva Cristo Rey! Entre los coches detenidos estuvo, al atardecer, el de un militar. 
Este contestó con altanería impía; los chicos tiraron pedradas al automóvil y así ardió el polvorín primero, pues el militar bajó, desenfundó su pistola y principió a disparar. Luego pidió fuerza militar a la Jefatura de Operaciones y, momentos después, se presentaron veinticinco soldados al mando de un oficial para atacar a la multitud que custodiaba el Santuario. De ellos, cinco trataron, por la fuerza, de penetrar en el templo y los otros respaldaban desde fuera. Una muchacha del pueblo mató de una puñalada al oficial callista jefe del grupo y principió la lucha armada.
Entre los muchachos acejotaemeros que dirigían la defensa, estaban Lauro Rocha, los hermanos Camacho Vega y el estudiante Miguel Rodríguez. Los federales enviaron luego mayor cantidad de refuerzos. A la mañana siguiente, el General Juan B. Izaguirre principió a tratar la rendición de la guardia del Santuario, la cual al fin abandonó su actitud hostil bajo las condiciones con que creyó conveniente pactar con el enemigo.
También en Torreón, Coahuila, hubo sangre con ocasión de la clausura del culto de los templos. El pueblo creyente no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente y sentía dentro de su conciencia, que debía luchar para rechazar por la fuerza al invasor.
El 4 de agosto -esto es, 3 días más tarde- también hubo choques sangrientos en Sahuayo, Michoacán.
Dos semanas después -el 15-, fueron los hombres de Chalchihuites, Zac. -Diócesis de Durango--, los que iniciaron un levantamiento contra el Gobierno de Calles ante el brutal asesinato de su Párroco Luis Bátiz y de los jóvenes de la A. C. J. M. Manuel Morales, David Roldán y Salvador Lara Puente, cuyos cadáveres rescataron a viva fuerza. (Continuara)












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