jueves, 28 de marzo de 2024

Los Cristeros del Volcán de Colima SOR MARÍA ROSA

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO OCTAVO, Capítulo Segundo, Cuando se perfilaba el triunfo del movimiento (en 1929 -Enero a Abril).
“SOR MARIA ROSA, TRABAJOS Y RESIGNACIÓN ” 
Viene de la edición # 553

SOR MARÍA ROSA
Tenía esta mártir unos cuarenta años de edad; pertenecía a una de las familias más piadosas de Ejutla, lugar de su infancia y de su vida casi entera. 
A los veintidós años ingresó como religiosa al convento de Adoratrices del Santísimo Sacramento, fundado allí mismo. 
Desde el noviciado se empezó a distinguir por su vida santa. Sus compañeras la consideraban como la regla viviente. 
Fue, primero, Maestra de Novicias y en 1922 fue electa Madre Vicaria. 
En esto vinieron los tiempos angustiosos de la persecución de Calles y tuvo que salir de Ejutla en unión de las demás religiosas, arrojadas por las tropas del general callista Juan B. Izaguirre, el 27 de octubre del primer año de 1927. Huyendo del perseguidor, con trajes seglares y en medio de mil angustias, se refugiaron desde entonces, muchas de aquellas esposas de Cristo, en Autlán, Jal. A ese grupo se incorporó Sor María Rosa en febrero de 1929. Mas el primero de marzo la casa de las religiosas fue asaltada a la una de la madrugada y fueron hechas prisioneras todas ellas. En medio de gruesas columnas de callistas, fueron llevadas a Sayula, Jal., y de allí, en ferrocarril, a Guadalajara.

TRABAJOS Y RESIGNACIÓN

En esta ciudad no estuvieron sino una noche, la cual pasaron en uno de los departamentos de la Jefatura de Operaciones, rodeadas de feroces soldados. Cada hora se presentaba el centinela para pasar revista de las víctimas. Sor María Rosa era siempre de las primeras en ponerse de pie, intensamente pálida y con el rosario entre las manos. De allí fueron llevadas hasta la ciudad de México, D. F., a donde llegaron el 12 de marzo.
En estos doce días de penosa travesía, Sor Rosa no había dormido; siempre velando junto a las más jóvenes, siempre consolando a las más afligidas:
Adoratrices perpetuas del Santísimo Sacramento
Ahora es cuando -decía al oído de las más atribuladas- debemos atesorar para el Cielo. Ofrezcamos todo a Nuestro Señor.     Inmediatamente que llegaron a México se las internó en una casa particular, donde en unión de otras religiosas y de la señorita Alcorta, dueña de la casa, estuvieron presas y del todo incomunicadas, custodiadas por guardias enemigos y en completa pobreza, sin tener muchas veces un solo bocado con qué mitigar el hambre.
Continuará...















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