lunes, 15 de enero de 2018

Los Cristeros del Volcan de Colima, El Vallecito de Cristo Rey

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
"El Vallecito de Cristo Rey"
Crónica del 27 de abril a los primeros de agosto de 1927.  Libro 4 Capitulo 5

Viene de la edición anterior

En esta región estaba refugiado el Padre don Octaviano Marín, de la Diócesis de Colima. Sobre una meseta, que se forma en las estribaciones de la alta sierra de La Ferrería, a corta distancia de la ranchería de Las Parotas, se había congregado una multitud de familias cristianas. El Padre Marín vivía allí; hizo una amplia capilla de tableta de pino en donde él celebraba a diario la Santa Misa y ejercía, con relación a los cristeros de la región, el piadoso oficio de capellán.
El lugar era, en verdad delicioso y se vivía en cierta relativa paz, sólo turbada de cuando en cuando, con ocasión de alguna incursión enemiga por la región. A este campamento cristero le llamaron los soldados libertadores el Vallecito de Cristo Rey.

ANTE EL ANCIANO SEÑOR OBISPO DIOCESANO

También, no muy distante de aquellos lugares, más allá de la sierra de El Tigre, en una cabaña de la montaña, habitaba por aquellos días el anciano Obispo de Colima, Excmo señor Velasco. No tuvo lugar fijo en donde morar. De rincón en rincón de las serranías anduvo errante, viviendo en cada lugar por el tiempo que creía prudente. La Misa del Jueves Santo y la consagración de los Santos Oleos, la había efectuado en esa ranchería de El Tigre. 


Allí quedaron de recuerdo, incrustadas en el suelo, unas piedras lajas, como testimonio del acto allí celebrado. Estando Dionisio Eduardo Ochoa con Miguel Anguiano Márquez y sus acompañantes, allí en el campamento del Vallecito de Cristo Rey, hablando con relación al Excmo. Señor Obispo, supo que se encontraba a no muy larga distancia de allí y, dado su cariño filial hacia él, quiso ir a verlo, más aún que supo cuáles eran los sentimientos que con
relación a él y a sus soldados de la Cruzada tenía el egregio Prelado; cómo les encomendaba en sus oraciones y cómo prorrumpía, siempre que había ocasión, en frases de admiración y elogio por sus proezas cristianas. 
Cuando Ochoa y sus compañeros llegaron a la cabaña del egregio Obispo, éste, al reconocerlo, se llenó de alegría, pues Dionisio Eduardo, desde niño, le había sido particularmente querido..... CONTINUARA





















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