LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA,
Libro Primero Capítulo Quinto
“LA NEGRA LABOR DE ZAPA Y LA CARTA DEL ARZOBISPO GONZÁLEZ Y VALENCIA”
NEGRA LABOR DE ZAPA
Y personalmente se dieron los hombres del nefasto Régimen a socavar la hasta entonces inquebrantable firmeza del venerable y dignísimo Señor Velazco que el cielo había dado a Colima como Obispo para que fuese el piloto de su Iglesia azotada por furioso vendaval, y lograron, de entre las filas del Clero Colimense, convencer a un pequeño grupo -dos o tres- de sus más distinguidos sacerdotes, de que era necesario ceder, como había cedido el Señor Arzobispo de Michoacán.
Y se logró que estos eclesiásticos convencidos trabajaran al Excmo. Sr. Obispo Velasco para hacerlo desistir. Estos Sacerdotes, es cierto, obraban de buena fe; pero su labor era ya el punto inmediato a la meta que el doloso perseguidor se proponía: la claudicación del egregio Obispo de Colima.
Y tanto trabajaron -más aún que se unió a ellos la influencia del Sr. Lic. D. Enrique de la Madrid ex-gobernador de Colima, muy estimado y querido del Excmo. Sr. Velasco-, que hubo un momento en que el Prelado, con ceño apesadumbrado, creyendo que en realidad el camino por seguir, menos lleno de dolores y males para las almas a él confiadas, era el de aceptar la reglamentación nefasta, entrando en componendas con el enemigo, se inclinaba ya hacia esta resolución, aunque un poco titubeante.
- Que venga el Padre Secretario -dijo.
Pero se había orado tanto, se había ya trabajado y sufrido tanto, que la Providencia de Dios acudió en aquel momento crucial: Colima, la Diócesis Mártir, no habría de claudicar.
Y propiamente en aquel momento se presenta ante el anciano Obispo su ilustre y nunca bien alabado Secretario, el egregio Padre don J. Jesús Ursúa.
- Te mandé buscar -dice el Excmo. Señor Obispo.
- A las órdenes de V. Señoría Ilma. -dice el Padre Secretario.
- Mira, tal vez sea conveniente volver atrás. Tal vez no haya otro recurso.
- Señor -dice el Padre don Jesús Ursúa-, pero antes de una determinación definitiva, le ruego que lea este documento precioso que le traigo: es una carta del Arzobispo de Durango el Señor González y Valencia.
- ¡El Señor González y Valencia! -repuso el anciano Obispo Señor Velasco, recordando la grandeza de aquella alma de verdadera gallardía apostólica.
Y la carta era una ferviente felicitación por el espectáculo excelso que Obispo y Clero de Colima estaban dando no sólo a México sino al mundo entero, al estarse sosteniendo en pie, ante el Régimen impío, sin traicionar a la Iglesia, sin entregar en manos de los enemigos los derechos sacrosantos de Cristo; más glorioso y excelso -continuaba el Excmo. Sr. González y Valencia-, cuando ya, desgraciadamente, dada por una parte la debilidad humana y por otra la falacia atroz de los enemigos, principiaban las claudicaciones en otras diócesis. Y pedía las oraciones y bendiciones del Obispo mártir de Colima, para que Durango siguiera su noble ejemplo de grandeza.
El anciano santo Obispo Señor Velasco sintió volver a la luz, a la vida, al camino firme y recto del deber apostólico, aunque estuviese sembrado de dolores. Sus ojos brillaron como iluminados por Dios.
- ¿Sabes? -dice a su Padre Secretario-. Aquí está la mano de Dios. ¡Ni un paso atrás, nada de claudicaciones! ¡No seremos nosotros los primeros Sacerdotes de Cristo que por El y por su Iglesia hayamos de sufrir! ¡Adelante! ¡Y que venga lo que Dios quiera! ¡Al fin y al cabo, más que esto merecemos por nuestros pecados! -Así concluyó el santo Obispo.. ... CONTINUARÁ
¿Deseas bajar a tu computadora esta edición completa?
Dale clic a la siguiente imagen y sigue las instrucciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario