Permanecía Carlos (a) “El Chapotán” viviendo en el domicilio de su abuelita Rosa, mujer viuda, anciana y obesa, por lo que generalmente permanecía sentada en un amplio y cómodo equipal que durante la mayor parte del día era colocado en uno de los portales de Comala, lugar de su residencia.
La anciana, con gran desahogo económico, dio albergue a algunas de sus hijas, ya entradas en años, viudas o abandonadas que le hacían compañía en unión de los hijos que habían procreado. Una de ellas era la madre de “El Chapotán”, joven inquieto, que por la falta de actividades laborales sólo descargaba sus energías en trastadas que eran en perjuicio de los numerosos empleados al servicio de la abuelita o hasta de sus propias tías.
Asiste “El Chapotán” a una de las muchas ordeñas existentes y observa que el propietario suministró a una de sus vacas una toma y que al poco momento ésta entraba en calor y se apareaba con el semental; informado el visitante sobre el contenido de la toma proporcionada y los efectos producidos, optó por solicitar al ganadero una de las pastillas milagrosas.
Ya de retorno a su domicilio “El Chapotán” se introduce hasta el espacio en donde una de los sirvientes preparaba un recipiente de agua con fruta, para ser ingerida por familiares y empleados, discretamente deposita la pastilla en la vasija y abandona el lugar.
A los pocos instantes permanecía “El Chapotán”, acompañado de varios jóvenes en una de las bancas instaladas frente al amplio zaguán en donde su abuelita Rosa permanecía sentada en el cómodo equipal y enterados de la “travesura” esperaban ansiosos observar los efectos producidos por la milagrosa pastilla.
El charro, marritas, la gila, Panchito el joto y la totalidad de empleados de la anciana, así como las hijas de ésta, entraban y salían de la vivienda dando muestras de una elevada “calentura” y doña Rosa, desesperada, daba giros en el equipal como si tratara de estar batiendo con un molinillo un espumoso y apetitoso chocolate, a los pocos instantes la anciana, enrojecida y desprendiendo grandes cantidades de espuma por su boca, se derrumbó del asiento y la multitud se aproximó en su auxilio.
Ante el galeno la totalidad de los afectados coincidieron en su declaración sobre su estado de ánimo, los residuos de alimentos y de la exquisita agua fresca fueron remitidos a laboratorio para su análisis, localizándose en ésta un contenido de YUMBINA, medicamento empleado por los veterinarios para hacer que entraran en “ardor” los animales y propiciar el acto sexual.
Del cielo a la tierra no hay nada oculto, dice un viejo refrán, por lo que “el chapotán” no tardó en ser descubierto en haber sido el promotor del suceso que pudo ocasionar lamentables consecuencias y a los pocos meses, en unión de su madre y hermano, abandonó la población pasando a radicar a la Ciudad de Guadalajara.
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