Bonifacio García García, conocido como “Boni El Chango”, hombre cercano a los cien años de edad, tuvo a bien hacerme el siguiente relato:
“Yo tendría unos dieciséis años cuando, por los escasos alimentos, ya que los pocos que había eran caros y no poder encontrar trabajo, decidí en irme de cristero, ya que así aunque sea tendría que comer.
Me tocó estar en el grupo del que era jefe el señor Domingo Salazar, mi anterior patrón, ya que años anteriores, había trabajado con él, con una yunta de bueyes, sembrando sus tierras.
Al igual que cuando estaba en Comala, ahí también se comentaba que el Gral. Andrés Salazar Gutiérrez, familiar de Domingo y Jefe máximo de los cristeros de la región, tenía entrevistas con el Gral. Heliodoro Charis, Jefe de los soldados que combatían en contra de los cristeros. Poco fue el tiempo que estuve de cristero, ya que se ordenó que nos presentáramos en Comala para hacer entrega de las armas, porque el movimiento se había terminado.
Cuando estábamos en la esquina de “La Rojeña” (Madero y Reforma), rumbo a la Presidencia Municipal, para entregar las armas, ante el asombro de todos, la duda se terminó, ya que los Generales Salazar y Charis se saludaron como dos grandes amigos.
Domingo, mi antiguo patrón, me dio trabajo en su rancho de Las Paredes Grandes, cercano a la ranchería de Agosto, en donde también tenía otro rancho.
Al enterarse la población que, al terminar los cristeros de entregar sus armas, el Gral. Charis se había llevado al Gral. Salazar a una de sus propiedades ubicada en el Estado de Jalisco, surgieron varias versiones, entre otras, que realmente eran amigos y Charis quería evitar alguna agresión de sus enemigos; o el desear tenerlo cerca para vigilarlo y que no fuera a hacer otro movimiento armado, o quizá para darle muerte y desaparecerlo en un lugar alejado o también para, mientras tanto, preparar un acto delictivo en contra de Salazar.
Escuché que hablaban en la entrada del rancho y me doy cuenta que era Domingo mi patrón, acompañado del Gral. Salazar, una persona desconocida y que al parecer era su asistente y Eliseo Díaz, amigo de Andrés y quien había sido uno de sus asistentes personales.
Entran al cuarto grande de la entrada al rancho y dice Domingo: “Andrés, aquí estaremos sólo un momento, para descansar y para que te des cuenta de lo que dicen los periódicos de ti”, Domingo saca unos papeles de su costalillo y se los entrega al General, “luego nos vamos al Rancho de Agosto, en donde estarás muy seguro y tranquilo”.
Me fui a seguir con mis trabajos y al poco rato escuché dos balazos de pistola, fui hasta una de las ventanas y vi muerto al General, con unos papeles en las manos y muerto, también, a su acompañante. Eliseo, con una pistola en sus manos y muy enojado le gritaba a Domingo: “Rajón, hijo de tu chingada madre, ya habíamos quedado en que tu le darías a Andrés y yo al acompañante, y como te hiciste pendejo, yo tuve que matar a los dos”. Lo único que dijo Domingo fue: “Me dio miedo a la hora de disparar”.
Pensando en que podían echarme la culpa de su delito, rápido salí del rancho y cruzando potreros y barrancas llegué hasta Comala.
Este fue el final del famoso General Cristero, Andrés Salazar Gutiérrez.
Hechos ocurridos en los finales del mes de Junio del año 1929.
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