Amigos sigamos las instrucciones del sector salud ante el corona virus covid-19, no vaya a ser que nos contagiemos.
Mejor hay que contagiarnos de ESPERANZA para agrandar nuestra FE e incrementar nuestro ENTUSIASMO Y ACTITUDES POSITIVAS para dar solución a nuestras necesidades actuales.
La invasión mundial del coronavirus está haciendo resonar sirenas estridentes de alerta máxima en todos los cerebros humanos. Nunca antes el hombre había sufrido algo tan drástico y universal.
Se nos informa con lujo de detalles por todos los medios habidos, y mucho mas por las redes sociales de los infectados y los muertos a escala planetaria.
Ante tantos sufrimientos y tantos miedos acumulados saltan con fuerza interrogantes hervientes:
¿Quién es el responsable de tanto desastre?
¿Hasta dónde durará?
¿Es todo esto un castigo de Dios?
¿Es verdad que Dios nos está probando?
Así lo afirman muy serios personajes religiosos.
La realidad es que la pandemia nos está pisoteando a todos, y que no sabemos cómo combatirla.
Lo único que sabemos hacer es aislarnos, pues el poder de contagio es imperativo tenemos que rechazar la idea de que se trata de un castigo de Dios, al que hay que suplicar que tenga misericordia de nosotros y deje de castigarnos.
El Dios de Jesús, expresión máxima de la misericordia. El Dios de Jesús es siempre bueno y misericordioso, incapaz de desencadenar crueles castigos.
El Dios de Jesucristo es todopoderoso y no puede hacer el mal a nadie. Y esta pandemia es terrible para muchísima gente.
Es absurdo pedirle a Dios que meta su mano en la Naturaleza y cambie por un momento algunas de sus fuerzas motrices.
Lo mismo de absurdo es esperar que a mí no me tocará el coronavirus porque pongo mi confianza en Dios… ¡Si toco zonas infectadas me infectaré yo también, por más fe que presuma tener!
La fe en Dios nos hace conscientes y solidarios. Nos hace respetar a la Naturaleza.
Pulveriza el miedo y el desánimo. Ilumina las mentes de los científicos para que puedan desarrollar vacunas eficaces.
Fortalece al “personal de blanco” para que se mantengan en pie, superando cansancios y desánimos; y los ilumina para que su atención cercana sea siempre eficaz.
Jesucristo afirma que él sufre con los que sufren. Está íntimamente cerca de las víctimas del coronavirus. Ser consciente de ello es muy importante. Y espera que los no infectados sepamos atender con cariño y eficacia a toda persona enferma, viendo en ella al mismo Jesús.
Hoy honramos a Dios lavándonos y desinfectando a fondo las manos hasta los codos.
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