EL TELEGRAMA ESPERADO
A la mañana siguiente -lunes 3 de enero-- muy temprano, se presentó en la casa de Dionisio Eduardo Ochoa y del Padre su hermano, Antonio C. Vargas, el joven acejotaemero jefe de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa de quien, en páginas anteriores, se ha hecho mención. Iba festivo, creyendo ser él el que iba a dar la primera noticia de la inminente fecha del movimiento armado, llevando en sus manos el telegrama anunciador, desde hacía tiempo esperado.
En clave decía que el 5 de ese mismo mes había necesidad de iniciar el movimiento armado y que era urgentísimo que Colima se presentase en ese día en pie de lucha, para que los de Jalisco y otras entidades no fuesen a quedar solos.
En esos días de febril agitación, fue aquella casa -la de la calle República Núm. 171-, verdadera jefatura de la cruzada, la hoguera de tos santos incendios. Allí estuvo Jesús Sacramentado en ese triduo angustioso, al pie de cuyo Sagrario se oraba con fervor y grandeza de alma jamás tenidos.
La máquina de escribir trabajó en aquella mañana del lunes 3, con rápido martilleo, haciendo copias de la Proclama del movimiento y cartas diversas.
Cuando estuvieron hechas, salieron tres propios, tres muchachos de la A. C. J. M., escogidos de entre los que se juzgaron más a propósito: José Verduzco Bejarano, joven estudiante, quien salió, a pie, a Zapotitlán, Jal., para
entrevistar a Don Juan Flores -el indio de Santa Elena-, a quien llevaba no sólo propaganda e instrucciones, sino su nombramiento de jefe local del movimiento en aquella su región, firmado por Dionisio Eduardo Ochoa y Rafael G. Sánchez, delegados en Colima para organizar el movimiento bélico. Otro enviado -Aarón Montaño-- fue a Manzanillo, llevando, de semejante manera, el nombramiento, con sus respectivas instrucciones y propaganda, para Tranquilino Corona, de Cihuatlán, Jal., y el tercer enviado -J. Jesús González Torres- marchó al Cerro Grande.
En Cerro Grande, apenas un año hubo un brote bélico en contra del gobierno de Solórzano Béjar, conflicto que había dado buen problema al gobierno del Estado cuya gendarmería, al mando de su comandante J. Jesús Alcocer, había sido, en varias ocasiones, duramente escarmentada.
Por aquellos días aquel brote se había apagado; pero Dionisio Eduardo Ochoa tenía esperanzas de que su jefe, al verse respaldado por un movimiento nacional, se pusiese de nuevo en pie de lucha. Sin embargo, nada se obtuvo. Más aún, estos dos últimos enviados, Aarón Montaño y Jesús González Torres, ni siquiera volvieron a dar parte de su cometido y nada se supo durante todo el tiempo de la epopeya Cristera, con relación al resultado de su comisión; pues encontraron dificultades serias que no pudieron solucionar.
En cambio Verduzco Bejarano -muchacho de unos 19 años de edad en esos días- regresó al día siguiente, cumplida satisfactoriamente su comisión. Con un abrazo de felicitación fue recibido por el éxito que alcanzó: Zapotitlán, Jal., sabría responder.
....... CONTINUARÁ......
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