domingo, 26 de febrero de 2023

Los Cristeros del Volcán de Colima aprensión y muerte de niños cristeros

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Sexto 
La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre), NIÑOS MARTIRES
“MANUEL HERNANDEZ Y FCO SANTILLAN, BENEDICTO ROMERO” 

Viene de la edición # 527 Cap Sexto.

La confusión de aquel momento, a las puertas mismas de la Jefatura Militar enemiga, fue horrible.
Al saltar el chofer Valdez del coche y gritar: ¡agárrenlos, agárrenlos, son cristeros!, como Benedicto Romero principiase a disparar con su pistola, el traidor se refugió entre los soldados callistas, entrando a la Jefatura.
Benedicto Romero, Manuel, Francisco y las dos muchachas Borjas corrieron, queriendo escapar, a la casa de frente al cuartel, habitada en aquellos días por la familia Fernández Velasco.
Al entrar a la casa de la familia Fernández Velasco, Benedicto -el mayor-, el único que iba armado, se parapetó en el pasillo, pretendiendo detener, aunque fuese por breves momentos, al enemigo, descargando sobre él varias veces su pistola, con el fin de dar oportunidad a Manuel, a Francisco y a las dos muchachas, de que huyeran; pero a los breves instantes, Benedicto caía herido por las balas de los soldados y, rebasada esta única defensa, entraron a la casa los esbirros y cogieron prisioneros a Manuel, Francisco y Candelaria; Rosario había logrado huír por el túnel del arroyo que pasa por los corrales de la casa Fernández. A Benedicto lo remató con su pistola el general callista Martínez.
Después de haber sido aprehendidos Manuel Hernández, Francisquillo y la señorita Candelaria Borjas, fueron los soldados, llevados por el chofer, a catear la casa de donde se había partido; pero ya no encontraron a nadie. La casa estaba sola, pues Rosario -la que había logrado huír- había llegado primero, dando el grito de alarma.
Se hicieron en aquella misma noche muchas aprehensiones, entre ellas la de María Ortega, a quien se comprobó que era de las que integraban el grupo de las Brigadas. También se aprehendió a algunos miembros de la familia Borjas y a algunos caballeros de la principal sociedad de Colima, de quienes no se tenían sino ligeras sospechas de complicidad con los cristeros. En honor de la verdad, el chofer, que podía haber hecho muchas denuncias, porque sabía bastante, no hizo otra cosa que entregar a las víctimas a las puertas de la Jefatura Militar y llevar a los soldados a la casa de la familia Borjas.

LENTO MARTIRIO


Cuando Manuel Hernández, Francisco Santillán y Candelaria Borjas fueron aprehendidos, se les internó en el cuartel y principió un durísimo interrogatorio. Mas aquellos verdaderos héroes no abrieron la boca para denunciar a nadie. 
Como ni con promesas ni con amenazas consiguieron nada los perseguidores, se principió el tormento, crucificándolos en los troncos de las gruesas palmas que existían en aquella casa del antiguo Seminario, en esos días convertido en cuartel.
Estando los mártires en esta forma, atados con fuertes ligaduras y con los pies casi sin tocar el suelo, continuó el interrogatorio; pero no se logró que ellos despegaran sus labios. Y comenzó a golpeárseles en el cuerpo y en la cabeza, hasta que principió a correr la sangre. Mas la fortaleza de aquellos niños- mártires fue invicta.
Después de la media noche se suspendió un tanto el tormento. El general Heliodoro Charis, Jefe de Operaciones Militares en el Estado, el general Martínez, que era el que había personalmente matado a Benedicto Romero, y los principales verdugos, vencidos y cansados, desistieron y se retiraron; pero los mártires continuaron crucificados en los troncos de las palmas.
Era ya casi el amanecer del día 25. Todo estaba en silencio
SIGUE EDICIÓN # 529 DEL 150323
 















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