UN POPULAR BALNEARIO
Profr Abelardo Ahumada González
UN CAMBIO DE ACTIVIDAD Y PROPÓSITO.
En pleno periodo del Porfiriato mucha de la gente que vivía en Colima se sentía como separada del resto del mundo y anhelaba que llegaran a la entidad algunos de los inventos que para otras entidades y/o países estaban implicando motivos de progreso.
En ese contexto, y desde antes de finalizar el siglo XIX se había hecho algo de lo más común usar la fuerza hidráulica para transformarla en fuerza motriz, tal y como lo habían hecho las fábricas de hilados y tejidos de San Cayetano, La Armonía y La Atrevida; así como algunas de las más grandes haciendas que había en nuestra entidad. Entre las que destacaba la de San Antonio, propiedad de don Arnoldo Vogel, donde, con el diseño y la intervención directa del ingeniero Arturo Le Harivel, se construyó el más grande de los acueductos de aquella época, para que moviera las máquinas para procesar la caña de azúcar y despulpar el café.
Antes de que finalizara el siglo mencionado La Armonía y La Atrevida se fueron a la quiebra, y la única fábrica que continuó operando (pero a la baja) era la de San Cayetano, en donde sus nuevos dueños ya habían incorporado a sus instalaciones una muy moderna turbina hidráulica , cuyo dínamo producía la energía necesaria para movilizar los pocos telares que seguían activos y, por otra parte, se iban configurando dos proyectos paralelos para dotar con energía eléctrica al menos a la ciudad de Colima: uno, que consistiría en la construcción de una planta hidroeléctrica en alguna parte del territorio estatal, y otro que serviría para construir todas las instalaciones necesarias para el alumbrado público de la ciudad:
En lo que respecta al primero, don Manuel Sánchez Silva anotó, en un texto que publicó en el Diario de Colima, el 31 de diciembre de 1961, que las obras “iniciaron en 1903, bajo la dirección del ingeniero Arturo Le Harivel, profesionista francés originario de la región de Bretaña, a quien don Luis Brizuela confió la construcción [del acueducto] y la planta de El Remate, distante a 25 kilómetros [de muy mal camino] al noroeste de la ciudad”.
Y en lo que concierne al segundo proyecto, se dice que, en febrero de 1904, el Cabildo de Colima dio entrada a una propuesta de “los señores Ugarte y García Fuentes”, para suscribir un contrato mediante el cual dicha empresa se comprometía a instalar, como alumbrado público de la ciudad capital, 70 focos de 600 vatios, 150 focos incandescentes de 24 bujías y 100 focos incandescentes más, de 16 bujías cada uno. Previa la importación y la instalación, desde Alemania, de las máquinas, los materiales y los aparatos que se necesitarían para producir la electricidad.
Ese contrato habría de durar 20 años, pero por razones que desconozco los mencionados señores no pudieron cumplirlo y tuvo que entrar en escena el ya mencionado Arnoldo Vogel, asociado con don Luis Brizuela, un hombre muy rico que por aquellos años era ya dueño de las hacienda de La Estancia, Cardona, Acatitán de Arriba y de una gran finca en el centro de la ciudad.
Don Arnoldo se presentó primero como apoderado legal de Ugarte y Compañía, y después como socio mayoritario de la nueva empresa, puesto que las tierras en donde se iniciaron las obras hidráulicas de canalización pertenecían a la próspera hacienda cafetalera de San Antonio.
Dichas obras implicaron, siempre con la vigilancia directa del ingeniero Le Harivel, la construcción de más de un kilómetro de túneles desde el arroyo de La Lumbre hasta la ranchería de El Remate, y la de dos gigantescos tanques de almacenamiento de aproximadamente 90 por 50 metros el mayor, y 40 por 50 el más pequeño, para propiciar una caída de agua entubada de casi 120 metros hacia el fondo de la cañada del arroyo de La Lumbre, donde pusieron la maquinaria que, tras de mil peripecias, trajeron desde Alemania, generando un buen número de puestos de trabajo, en la construcción del camino, los puentes, el canal, los túneles, los tanques y la colocación de los postes del futuro cableado.
Todos esos trabajos culminaron en los últimos días de noviembre de 1906, cuando, ya instalado allí el ingeniero Fernando Vázquez Schiafino, que había sido contratado por Luis Brizuela para operar la planta, decidió que el día 30 de ese mismo mes se harían las primeras pruebas para producir electricidad. Pruebas que resultaron exitosas, por lo que, después de algunos pequeños ajustes y correcciones, se decidió que al iniciar la noche del día 2 de diciembre se inaugurara el servicio eléctrico “en Comala, Villa de Álvarez y Colima”, que es por donde corría el cableado.
Hubo grandes celebraciones por ese motivo, que no reseñaré aquí, pero menciono todos estos datos porque, “en septiembre del año siguiente”, estando llenos de deudas y viéndose imposibilitados para liquidarlas, los dueños de San Cayetano se declararon insolventes y la Tesorería del Estado tuvo que intervenir para sacar la fábrica y sus instalaciones “a remate público”; pasando a ser propiedad del hacendado Brizuela, quien al parecer fue el mejor postor.
Respecto a ese movimiento, José Luis Larios dice que “el interés principal de Brizuela fue aprovechar los estanques de la vieja fábrica con el fin de mover las turbinas para proveer de alumbrado a la población cuando las de El Remate dejaban de funcionar por algún desperfecto u otras circunstancias”. Y yo afirmo que el hacendado fue previsor, porque, a veces, ya sea por demasiada lluvia, por derrumbes, por ataques delincuenciales o por simples fallas mecánicas, la Planta de El Remate dejaba de funcionar, y San Cayetano “entraba al quite”, tras de la instalación que de un nuevo cableado se hizo desde su turbina hacia la parte norte de la ciudad.
EL FIN DE UNA ÉPOCA.
“Todo, sin embargo, por servir se acaba”, y don Luis Brizuela, o no quiso, o no pudo reactivar la fábrica. De tal modo que, al iniciar la década de “los años veinte”, del antiguo emporio fabril ya sólo quedaban el recuerdo y las instalaciones hidráulicas que, aun cuando comparativamente no tenían la misma capacidad de producción de la planta de El Remate, de cuando en cuando servían para garantizar, siquiera, el alumbrado de las principales calles de la todavía pequeña ciudad de Colima.
En ese otro contexto pasó primero el movimiento armado al que se conoce como La Revolución Mexicana y, luego, como 18 años después, inició en Colima el triste y doloroso capítulo de “La Cristiada”. Episodio bélico con el que dio fin la producción de electricidad de San Cayetano, debido a que, según lo señaló el profesor Juan Oseguera Velázquez, en sus “Efemérides de Colima y de México”, el día 19 de febrero de 1928, un grupo de presuntos cristeros, encabezados por un paisano villalvarense al que apodaban “El Chapotán”, se presentó en las instalaciones de San Cayetano, para requerirle a su administrador un “préstamo de trescientos pesos”.
El administrador le dijo que no tenía ese dinero a la mano, y que de cualquier modo debía de hablar con don Luis Brizuela, pidiendo un tiempo para poder hacerlo. Pero como “El Chapotán” sospechara que podrían aprovechar esa oportunidad para solicitar el apoyo del ejército, o de la policía, tomaron tres rehenes de su personal y le advirtió al dueño que, si el dinero no se les entregaba en un plazo que puso, él y sus amigos volverían para dañar las instalaciones del predio.
Don Luis Brizuela era, según testimonios de gente que lo conoció, un individuo sumamente tacaño y se negó a dar tal préstamo. Pero le salió muy caro, porque por ahorrarse esa cantidad, perdió, según su propia declaración, cerca de 60 mil pesos en daños, debido a que, cinco días después de haber hecho esa petición, y viendo que él mismo persistió en su negativa, “los cristeros” se volvieron a presentar allí, y cumpliendo su advertencia, dinamitaron, por un lado, “el dínamo, el tablero y la turbina”, dejándolos inservibles, e incendiaron, por otro, el edificio de la fábrica; el cual, teniendo sus pisos de madera muy enaceitados para evitar la carcoma, fue pasto casi inmediato de las llamas. Propiciando con eso, poco después, que la salud del empresario y hacendado comenzara a decaer muy visiblemente.
LOS ÚLTIMOS DUEÑOS DE SAN CAYETANO Y SU CONVERSIÓN EN BALNEARIO.
El 5 de enero pasado tuve oportunidad de entrevistar al señor Lucas Huerta Sánchez, hijo del último dueño de San Cayetano, al que me tocó conocer. Y en dicha entrevista, realizada en su casa ubicada en la calle 16 de Septiembre, muy cerca del centro de la ciudad de Colima, me platicó, entre otros temas, lo siguiente:
“Mi papá fue el profesor Lucas Huerta Dueñas, nacido en Colima el 15 de marzo de 1915, casado con la señora Consuelo Sánchez. Soy el sexto de 10 hijos.
Como profesor él trabajó en el pueblo de Xalisco, muy cerca de Tepic, Nayarit; luego en la región del Soconusco, en Chiapas, muy cerca de la frontera de Guatemala, y luego aquí en Colima donde llegó a ser director de la Escuela Tipo República Argentina.
Le gustaba la política, y uno de sus primeros puestos que ocupó en ese sentido fue, a partir de 1941, el de secretario general del Primer Sindicato de Maestros que hubo en Colima. Después fue secretario particular del Gobernador Miguel Gudiño Díaz, quien lo apoyó para que fuera primero regidor y luego presidente municipal de Colima, para el bienio que inició el 1° de enero de 1947 y terminó el 31 de diciembre de 1948. Siendo el último alcalde de Colima de los que duraban dos años.
Más tarde tuvo, durante 14, la concesión de la Lotería Nacional en Colima; incursionó en algunos negocios más y, entre otros, compró el predio en donde anteriormente había sido la Fábrica de Hilados y Tejidos de San Cayetano.
En su juventud fue campeón nacional de oratoria junto con Emilio Martínez Manautou y Lauro Ortega, puros secretarios de estado.
Nació en el centro de Colima, en una casa de la calle Ocampo; barrio en donde también vivían los hermanos Rafael, Rodolfo y Jorge Chávez Carrillo, de quienes fue muy amigo. Y hacía grupo con ellos y con el licenciado Arturo Noriega Pizano, y el profesor Manuel Velasco Murguía. Todos ellos gente notable en Colima.
El anterior dueño de San Cayetano era un ingeniero de apellido Rueda, quien era el abuelo de Rogelio Rueda y de todos ellos. Pero cuando mi papá lo compró, prácticamente estaba el ruinas. Pero había tres grandes tanques que seguían sirviendo para almacenar agua del río, y que la recibían por un lado y la soltaban por otro, de manera que era agua limpia. Y entonces decidió tumbar una terraza vieja que allí había y construir una nueva, con techo de lámina galvanizada, piso de mosaico, baños y una barra, y empezó a promocionar el espacio como balneario en el Diario de Colima. Con unos anuncios que se ponían en la primera plana en ambos lados del título del periódico, que decían: “No se aburra, vaya a San Cayetano”.
En ese tiempo no había otros espacios acondicionados para hacer fiestas, más que la terraza del Tanque de los Caballos y la de la Alberca Coliman, pero como la terraza de San Cayetano era más grande y los tanques estaban en un lugar muy bonito, la gente comenzó a ir, y el balneario se hizo muy popular.
Mis hermanos más grandes ya tenían otras obligaciones y quehaceres, por lo que yo, me comencé a hacer cargo del funcionamiento de San Cayetano.
A principios de los 60as mandó mi papá construir otra alberca moderna, ya con azulejos, trampolines, chapoteadero, juegos, de todo, que fue la sensación en Colima, y le puso, anexo, un pequeño edificio de dos pisos con vestidores y baños. Mismo desde el que, aprovechando la altura de su cornisa y de su azotea se lanzaban de brincos o clavados los bañistas.
Y ahí es donde se hacían los banquetes, cuando venían a Colima, los presidentes de la república, los candidatos y otros grandes políticos.
Cada domingo toda la familia reconocía ahí. Mi papá tenía algunos empleados y se atendía a toda la gente que iba.
Luego que me casé, me fui a vivir allá, pagándole renta a mi papá. Y deseando mejorar el negocio, me asocié con varios amigos. Con Rafael Comparán, por ejemplo, pusimos un centro botanero, restaurante familiar. Metíamos conjuntos musicales, hacíamos tertulias, pero lo que pegaba era la botana. Y estuvimos así hasta que mi padre decidió vender…
San Cayetano era un terreno de 14 hectáreas con propiedad directa, con 10 más de tierras federales, de las que se disfrutaba, por ser orilla del río, como concesión. Y estaba tan lleno de árboles y plantas tropicales que yo me daba el lujo de ir de cacería allí.
Pero ahora te voy a decir algo que casi nadie sabe: que antes de que fuera de nosotros, el espacio era requerido por políticos, por gobernadores, militares de alto rango, gente rica, para hacer lo que querían, con dos o tres mujeres por las noches, para cosas privadas, donde esconderse, llevando sus guardaespaldas o soldados. Y en ese sentido supe que hubo unos procuradores que eran siempre los que llevaban en secreto una especie de casa de citas del propio gobierno, y cuando venían secretarios de estado, políticos de alto nivel, ahí los llevaban, con las mejores mujeres de fuera. Era su recibimiento... Son cosas privadas de las que nadie dice yo.
Por ahí, ya en los ochenta, venía mucho con mi papá un señor de apellido Martínez, que tengo entendido que era el líder de los cañeros a nivel nacional, y que por otra parte se dedicaba a la construcción con contratos de gobierno. Y un sobrino suyo, de Guadalajara, que era arquitecto, era el que manejaba todos sus asuntos relacionados con eso. Se apellidaba Lares, y yo conocí en Guadalajara grandes bodegas que ellos tenían en donde almacenaban tinacos, lavabos y excusados por miles, haciendo grandes negocios al amparo del PRI. Manejándose a su antojo. Y a ese señor fue al que se le vendió, y bien vendido, mi papá. Pero apenas se acababa de recibir el pago cuando el peso se devaluó y los pesos se convirtieron en diez centavos, y se perdió un dineral. Fue cuando el presidente López Portillo dijo que iba a “defender el peso como un perro” y nada que fue así.
Pero ahora ya todo eso se ha ido fraccionando y todo cambió”.
1.- San Cayetano y la planta hidroeléctrica de El Remate tuvieron fuertes vínculos desde 1907 hasta que San Cayetano dejó de funcionar en febrero de 1928.
2.- Los tanques de almacenamiento de El Remate siguieron un esquema de construcción muy parecido a los de San Cayetano.
3.- Y San Cayetano fue, sobre todo durante la década de los 60as y parte de los 70as, un muy popular balneario para la gente de Colima y Villa de Álvarez.
4.- El señor Lucas Huerta Sánchez estuvo al cargo de la administración del negocio durante los últimos años que funcionó como tal.
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