PERISCOPIO
Profr. Abelardo Ahumada Ahumada
“VOLARON LOS PAVORREALES…”
Antes de que se comience a calentar la olla de los grillos, y mientras que nos damos tiempo para conocer cuál es el lado bueno, y cuál es la pata de la que cojean los respectivos candidatos, permítanme, estimados lectores, que les comparta algunas observaciones personales sobre los aconteceres políticos más o menos recientes, y mediante los que al menos su servidor trata de entender, un poco siquiera, del por qué están ocurriendo algunos hechos delante de nuestros ojos. Y quiero iniciar con una pregunta:
¿Se han fijado que José Ignacio Peralta Sánchez ha estado desempeñando lo que parece ser un discretísimo papel en el juego de la sucesión gubernamental, y que lo mismo hizo en las elecciones de hace tres años?
Hasta donde yo alcanzo a ver, Nacho se ha mantenido al margen de los conflictos electorales de su partido, y comportándose como si no le importara lo que pudiera suceder. Pero si mira uno más a fondo pudiera no ser así, puesto que en la querencia tricolor no sólo se ha dado una rebatiña mayúscula, sino que varios de sus colaboradores más cercanos, aparentemente y por sus propias voluntades, se le salieron del huacal, ya fuera para manejar el PRI a su antojo; ya para irse a buscar alguna candidatura o un nuevo hueso para subsistir.
En el primer caso estaría el muy tenebroso, truculento y malora “Güero Mayor”, Arnoldo Ochoa González, quien, de ser Secretario General de Gobierno, se movió internamente (¿sin el consentimiento y apoyo de Nacho?) para presidir al PRI local, colocándose primero como Secretario de Organización del expartidazo, y luego como su presidente estatal; desplazando, ¡en sólo dos días!, a José Manuel Romero Coello, “El Güero Menor”, del mando que ostentaba. Todo ello con la venia de Mely Romero Celis, la ya entonces precandidata a la gubernatura.
Se sabe que Romero Coello hizo poco menos que nada como presidente del PRI estatal, y que si entró ganoso, se fue notoriamente arranando y, bueno, si lo desplazaron se lo merecía. Pero el aún joven político no quiso irse a su casa nada más así, ni introducirse tampoco al muy competitivo mercado laboral y, habiendo decidido ser político de por vida, decidió ir a cobijarse (o a ofrecer sus valiosos servicios) al Partido Verde Ecologista Manzanillense de Virgilio (PVEMV), con las ganas de que le dieran cuando menos la candidatura para la Presidencia Municipal de Colima, a sabiendas de que, como es casi imposible que la gane, muy bien se puede quedar otros tres años como regidor del próximo ayuntamiento, en tanto le sale una mejor chamba.
Todo eso sucedió entre el 1 y el 3 de febrero pasado, pero el día 15 siguiente, se presentó otro caso de abandono y ausencia respecto al gabinete nachista. Me refiero a la renuncia que “por motivos personales” le presentó Agustín Morales Anguiano, ex Secretario de Desarrollo Rural, a su jefe. Motivación que lo llevó a poner tierra de por medio respecto a sus antiguos jefe y partido para, siguiendo las huellas de “El Güero Menor”, irse a juntar con Virgilio Amezcua Mendoza, candidato del Partido Verde a la gubernatura, con quien se le ha visto frecuentemente y muy cerca.
Y el más reciente de todos esos casos, lo constituyó, hace apenas dos semanas, la renuncia, también “por motivos personales”, de Carlos Arturo Noriega García, ex secretario de Planeación y Finanzas, quien según fuertes rumores que corren por ahí, fue el que mayor cantidad de dinero ofreció durante la subasta que organizó la dirigencia estatal tricolor, para vender a los mejores postores las tres primeras diputaciones plurinominales.
FAVORES Y DISFAVORES.
Y ya que hablamos de JIPS, permítanme los lectores recordar que hace 9 años, justo en este mismo mes de abril, tanto la dirigencia estatal, como el Comité Ejecutivo Nacional del PRI decidieron quitarle la candidatura que ya tenía para ser Senador, para dársela, dizque por cuestiones de paridad de género, a ¿ya recordaron quién?: la diputada local Mely Romero Celis.
Por aquellos días a Peralta Sánchez se le vio triste y desencajado, porque desde enero ya se sentía tener la senaduría en la mano y, de repente, como si un chiquillo gigantón, tipo Chabelo, hubiera decidido hacerle bulling, se la arrebataron así nomás, dejándolo llorando por su juguete.
El problema, según eso, comenzó cuando el 25 de marzo, el IFE puso un plazo los partidos políticos para cumplir con la cuota de género en las candidaturas que estableció el Cofipe, advirtiéndoles que de no cumplir con tal precepto les podrían sobrevenir “múltiples consecuencias jurídicas”, entre las que se contemplaba que los partidos que no acataran la norma, de plano podrían perder sus registros.
Algunos de los partidos, pues, se vieron obligados a cumplir con una ley a la que en principio no habían querido acatar y, por lo mismo, los dirigentes de cada uno de los organismos infractores tuvieron que pensar en sacrificar algunos de sus candidatos para completar la mencionada cuota en favor de las mujeres, pero ¿Quiénes habrían de ser los varones sacrificados?
En el caso concreto del PRI el plazo les resultó tan perentorio que todo parece indicar que escogieron a quienes, una de dos, o podrían resultar menos dañados por su decisión, o podrían resultar menos peleoneros al sentirse despojados de lo que ya creían tener seguro. Seleccionando en Colima al alcalde con licencia.
Para justificar, o pretender explicar tal decisión, Martín Flores, presidente estatal del PRI en ese momento, salió de inmediato a tratar de incubar la idea de que Nacho Peralta no había perdido nada por el hecho de su partido hubiese decidido quitarle la candidatura para dársela a la diputada cuauhtemense; dando a entender que Nacho había sido llamado desde muy arriba para incorporarse a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, y como al principio Nacho no se pronunció en contra, muchos nos tragamos la explicación de Flores, sobre todo por tener noticia de que Peralta Sánchez era muy amigo de Luis Videgaray, el que por entonces manejaba la campaña del futuro esposo de “La Gaviota”.
Con el tiempo ese pronóstico se le cumplió, pero mientras que todo eso pasaba, el día 7 de aquel otro abril, Peralta Sánchez impugnó ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el despojo de que había sido víctima, y sentó con ello un singular precedente en la muy larga historia del partido tricolor en Colima.
Y cuando lo entrevistaron dijo que ningún dirigente de su partido lo llamó para conversar con él, sino que se vino enterando del hecho “por conductos no oficiales”, y sin que por lo tanto hubiesen tenido una plática con él, ni mucho menos propuesto un acuerdo político convincente.
¿Ustedes creen que haya perdonado ese agravio?
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