jueves, 29 de abril de 2021

Los cristeros del volcán de colima, Marquitos Virgen Coronel JEM, MAS SANGRE DE MÁRTIRES

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spéctador, libro sexto, capitulo tercero, NIEBLA DE INVIERNO (Enero a abril de 1928)
Marquitos Virgen, Coronel Jefe de Estado Mayor; MAS SANGRE DE MÁRTIRES.

Fundada la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, Marquitos Virgen fue el Secretario Local.
Iniciada la defensa armada de los sagrados derechos de la Patria, informado de los fines del movimiento, no pudo menos que amarlo y, la hermosa madrugada del día 8 de septiembre, después de oír la Santa Misa que celebró ocultamente en Colima el Padre Capellán del movimiento, Don Enrique de Jesús Ochoa, quien se encontraba accidentalmente ahí, en una casa particular, salió en unión de él, rumbo a los campamentos del Volcán.
ANASTASIO ZAMORA
Era un joven del pueblo de San Jerónimo, Col, hijo de ancianos padres. Un modelo de honradez y buenas costumbres. Perteneció a la A. C. J. M. y a la Liga Defensora de la Libertad Religiosa. Fue soldado de Cristo y salió al campo de batalla, cinco o seis meses antes que su compañero de martirio, J. Trinidad Castro. En el campo militar fue modelo de intrepidez y valor, de moralidad y disciplina; verdadero soldado de Cristo, digno de todo elogio e imitación.
EN COLIMA
Cuando al finalizar el 1927 surgió el conflicto de la nueva Jefatura de Operaciones Militares del Movimiento Cristero que por orden del Control Militar de Occidente se estableció en los campamentos del Volcán, a cargo del general Manuel C. Michel, J. Trinidad Castro y Anastasio Zamora fueron de los muchachos fidelísimos que no abandonaron a su jefe, general Anguiano Márquez, a cuya escolta, que hacía las veces de Estado Mayor, pertenecían como distinguidos elementos.
En el mes de enero, según fue visto en páginas anteriores, el Padre Capellán señor Ochoa se encontraba en la ciudad de Colima en espera de instrucciones del general cristero Michel, ya por esos días al frente de las Operaciones Militares del Estadó de Colima. El día 17 llegaba el general Anguiano de los campamentos del Volcán, trayendo la invitación esperada; pero, al mismo tiempo, se tuvieron noticias de lo acontecido en Guadalajara entre el Control Militar y la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, cuyo representante -Antonio Ruiz y Rueda- había tenido que retirarse. Luego, consultando lo que debería hacerse, se escribió directamente a la Liga y, entre tanto llegaba respuesta, el general Anguiano Márquei y el Padre Capellán esperaban pacientemente, ocultos en la ciudad de Colima. En otra casa, ocultos también, estaban J. Trinidad Castro y Anastasio Zamora. El día 25, procedentes de los campamentos cristeros, llegaron después de haber caído la tarde, ya sin luz de día, José Verduzco Bejarano y J. Refugio Soto.
LA DENUNCIA
J. Refugio Soto había sido aquel último asistente del jefe Dionisio Eduardo Ochoa, leal, sagaz, valiente como el mejor. Era originario del pueblo de San Jerónimo, Col., venían ambos -Verduzco Bejarano y Soto- a entrevistarse con su jefe general Anguiano, saber noticias y recibir instrucciones. 
Al entrar a la ciudad, atravesando el barrio de La Salud, porque necesitaban llegar primero a la casa donde se ocultaban J. Trinidad Castro y Anastasio Zamora, para que ellos les noticiasen dónde se encontraban en esa noche el general y el Padre; una mujer enemiga que conocía a Soto, porque también ella era de San Jerónimo, lo reconoció al momento y siguió tras ellos -Soto y Verduzco Bejarano-, para ver dónde entraban. Cuando vio la casa y el número de ella se volvió para denunciarlos en la Jefatura callista de Operaciones.
Los soldados cristeros -Soto y Verduzco Bejarano- entraron, vieron a J. Trinidad Castro y Anastasio Zamora y, sin demorar, después de haber sabido de boca de ellos, dónde encontrarían al Padre Ochoa y a su Jefe, salieron de nuevo y se marcharon.
En tanto, la mujer denunciadora llegaba a la Jefatura callista de Operaciones Militares y comunicaba lo que había visto, y se mandó un piquete de soldados para la aprehensión.
Cuando los soldados callistas llegaron a la casa que se les había indicado -la marcada con el número 276 de la hoy calle Dr. Miguel Galindo- ya los cristeros denunciados, Soto y Verduzco, habían salido y sólo se encontraban J. Trinidad Castro y Anastasio Zamora. (Continuará).






















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