PERISCOPIOProfr Abelardo Ahumada GonzálezEL DIARIO CAMBIA DE DUEÑO.
El martes 6 de este abril muchos nos desayunamos con la noticia de que el “Diario de Colima” acababa de cambiar de dueño, (o de dueños), sin que oficialmente se supiera quién o quiénes son sus nuevos propietarios.
Si tomamos en cuenta que tal rotativo estaba por cumplir 70 años en manos de la familia Sánchez; que es el segundo de mayor antigüedad en nuestro estado, y que durante décadas se le consideró el más influyente de los periódicos locales, la noticia no era menor, aunque ése sólo podría ser el resultado de “algo que ya se veía venir”, puesto que desde que comenzaron a ponerse de moda los blogs, las páginas digitales y los periódicos ídem, nos dimos cuenta que ni Héctor Sánchez, ni los directivos que le ayudaban a manejar su periódico entendieron que deberían buscar la manera de actualizarse y se tardaron meses en digitalizar también el suyo, pero cobrando suscripciones para leerlo, sin percatarse que, desde entonces y en adelante, las noticias que buscaría el gran público serían prácticamente gratuitas, y que serían cada vez más quienes no querrían pagar ni un peso para enterarse de algo, y menos comprar un periódico de papel. Lío, sin embargo, en el que El Diario no fue el único periódico que se metió, sino en el que se metieron muchísimos y en todas partes.
Más allá de que “algo así” ya se estaba esperando, la nota sobre dicho cambio me hizo sentir un poco de nostalgia, pues, al margen de que en un momento dado me hayan corrido de allí, fue en ese periódico en donde comencé a interactuar con los lectores colimotes, en donde pude expresar mis ideas y sentires, en donde compartí más de dos mil artículos, entrevistas, reportajes, reseñas, cuentos y poemas que, muy al margen también de que hayan sido bien o mal recibidos por los paisanos que los leyeron, ya forman parte de la historia periodística y literaria de Colima, y están, y estarán allí, en la Hemeroteca y Archivo de la Universidad, a la vista de los futuros investigadores; de los que escriban la historia en la que ustedes, paisanos, y yo, estamos siendo todavía hoy, bien o mal, protagonistas.
Sé muy bien que el motivo por el que Diario de Colima se negaron a seguir publicando mis colaboraciones fue porque di a entender que J. Ignacio Peralta Sánchez, sobrino carnalito del dueño, no había sido un buen presidente municipal, y me atreví a decir que tampoco habría de ser un buen gobernador, pero como quiera que todo eso haya sido, y que mi pronóstico lamentablemente se cumplió, porque no tengo nada personal en contra de JIPS, le reitero públicamente mi agradecimiento a Héctor Sánchez porque, cuando fui a platicar por primera vez con él a principios de marzo de 1983, me abrió las puertas y las páginas de su periódico, en donde, durante tres etapas muy largas, colaboré casi 28 años.
PARA ENTENDER EL PORQUÉ.
En las filas de Morena hay un gran desconcierto por los nombres y los antecedentes político-partidistas de algunos de los individuos (¿y las individuas?) que fueron postulados para participar en las próximas elecciones; y muchos de los militantes no logran entender por qué las directivas estatales tomaron semejantes decisiones.
Por lo que quizá sea bueno recordarles que, hace 9 años, cuando sorpresivamente apareció el nombre de Manuel Bartlett Díaz como candidato de Morena para ocupar una diputación federal plurinominal, se le preguntó a quien encabezaba el movimiento y éste respondió:
“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra […] No nos anclemos [en el pasado], no estemos pensando que la gente no cambia, vamos a esperar, no juzguemos por anticipado. En los últimos tiempos Manuel Bartlett ha tenido una actitud consecuente, me consta, en la defensa del petróleo”. Y como lo siguieron cuestionando, AMLO, pragmático, y tal vez muy realista, contestó: “Necesitamos sumar voluntades para transformar al país, porque necesitamos buscar la unidad y la transformación.
Hay cosas que no me gustan del todo como dirigente, pero las tengo que hacer, porque el interés es transformar a México”.
Por otra parte, cuando los reporteros le siguieron preguntando sobre otros casos parecidos, él, iniciando una especie de “política del perdón”, declaró, en esencia lo siguiente: que se le debe dar bienvenida en el movimiento a todos los que “luchan por la transformación del país”; no obstante que ellos hayan cometido “en el pasado un acto reprobable”; pero siempre y cuando estén “en condiciones sinceras de enmendarlo y actuar con rectitud, poniendo por delante los intereses de la nación”. Todo ello porque, sabiendo que es de humanos errar, “debe permitirse la participación (dentro de las filas de su movimiento) de quienes en otros tiempos actuaron de manera incorrecta”.
Por lo que uno muy bien puede deducir ahora que tanto el presidente nacional de Morena, como los dirigentes estatales del “partido-movimiento” en cada una de las entidades federativas están siguiendo la misma política que su fundador.
HABLANDO DE MONTONES Y MONTONEROS.
En la medida de que todavía no conozco ni me aprendo los nombres, ni identifico los rostros del montonal de paisanos que fueron finalmente registrados como candidatos para pelear por el montón de cargos públicos que próximamente quedarán vacantes, creo que por simple y elemental prudencia no debo hablar de ninguno de ellos. Por lo que lo único que puedo hacer, ahorita, es hablar de lo que salta a la vista.
“En esta tesitura” – según acostumbra decir un buen amigo cronista muy versado en las lides electorales-, lo único y primero que hoy voy a decir es que me dio pena ver cómo fue que los tres más grandes partidos que desde 1989 a 2018 se estuvieron disputando la mayoría de las posiciones electorales, en este 2021 se transformaron, en función de la derrota que les propinó hace tres años el actual presidente de la república, en tres partidos “pirruñas”, chiquititos y desharrapados, a los que, para no correr la peor suerte, estuvieron (y siguen) abandonando muchos de los militantes que fueron sus mejores caballos de batalla, quienes prefirieron chaquetear o emigrar, porque prevén que es muy posible que en estas próximas elecciones dichos partidos pierdan hasta el registro.
Hace no mucho todavía (a principios del 2000, por poner algo parecido a una fecha), actuando con demasiada soberbia, los dirigentes nacionales y estatales del PRI se referían a los partidos que no eran ni el PAN, ni el PRD, precisamente como “los partidos de la pirruñera”. Mote que muy bien les ha quedado hoy a los tres, pues vistos en su condición de desgracia, y añorando los triunfos que antaño habían logrado conseguir mediante sus propias fuerzas y sus artimañas, ahora han tenido que aliarse para, como si fueran tercia en un póquer, tratar de echarle montón a los candidatos que ahora van por Morena.
Entiendo que “no hay – como los estrategas afirman- enemigo pequeño”. Pero si los datos que hasta el momento han arrojado las gráficas de las encuestas electorales son ciertos, aun estando unidos los tres, no pasan de ser “un montoncito”.
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