martes, 29 de septiembre de 2020

Las faenas agrícolas ligadas con los cambios lunares y las estaciones del año en Comala

TRABAJOS AGRICOLAS LIGADOS CON LOS CAMBIOS LUNARES Y ESTACIONES DEL AÑO EN COMALA, FORMARON LAS TRADICIONES Y COSTUMBRES QUE LE DAN LA MAGIA A NUESTRO PUEBLO.

Nuestras costumbres y trabajos agrícolas que aún prevalecen, pero muy pocos luchan por conservar., esto sin duda es; porque la mayoría de ellas son poco rentables., pero como unos amigos dicen; “¡¡Ya tengo el terreno, aunque no me rinda esa chamba, tengo que trabajar la tierra!!”, y precisamente por eso; por ser “Una costumbre agrícola” heredada por generaciones de padres a hijos.
Nuestra naturaleza es sabia y por sus estaciones del año se van midiendo los cambios y ajustándose a las nuevas necesidades que la misma vida nos presenta.
Por muchos años nuestros padres y ancestros llevaron a cabo actividades agrícolas regidos precisamente por las estaciones del año, así como los cambios lunares y hoy nos referiremos a ellas, que en tiempos pasados daba trabajo a nuestros campesinos y de ahí resultaron otras tangentes con iguales beneficios para quienes nos dedicamos en ese tiempo a labrar la tierra. 
Aquí hare un paréntesis y de refilón comentaré, que de esta actividad nacieron las costumbres y tradiciones pegadas a la actividad agrícola y ganadera, como las fiestas charro taurinas y patronales., el uso de las bestias de carga en actividades de diversión, y las rutinas de los demás implementos y accesorios como: la soga, la reata, la vestimenta de los vaqueros, charros, y muchas herramientas y accesorios más; que en otra ocasión haremos otro aporte con este tema, tan basto y rico en tradición y mejor centrémonos en el tema.



Cuando pasaba la luna llena del mes de marzo, y nosotros empezábamos a ayudar en la faenas del campo, nuestros progenitores, nos indicaba que era tiempo de ir a limpiar de maleza el campo que escogimos para la siembra del maíz, frijol, arroz o cualquier producto agrícola y a esa actividad le llamábamos “El Desmonte”, o “La tarea de la Tumba” otros que trabajaban como jornaleros, le decíamos “Vamos a las tareas del desmonte”, aquí usábamos herramientas para cortar con machete, guango, hacha, guadaña y otras herramientas, todo el monte bajo y medio alto para hacer montones de esa basura y apartábamos los más gruesos para “La leña”; de las cuales íbamos cortando y haciendo trozos y con ellos formábamos “trinchas”, para terminando el desmonte iniciar con el acarreo con bestias mulares o burros. 


Esa leña llegaba a nuestros hogares y le hacíamos una casita para que no se mojara con las lluvias del verano y era utilizada para cocinar los alimentos.

Después, al finalizar la temporada de la primavera y a fines de mayo empezábamos con otro trabajo, que se denominaba “La Quema” y se refería a trabajar quemando los “montones de basura”; a los cuales les poníamos en uno costado y a favor del viento unos medios manojos de zacate seco, que sirvieran como “yesca” y con unos “hules” de llanta que se les prendía una punta del montón para asegurar que ardiera toda la basura y con ello dejar listo para las primeras lluvias de fines de mayo. (Hay una canción de los aguaceros de mayo), hace unos 45 o 50 años se daban pasando la primer quincena de mayo y los “Cabrestos” bueyes de Don Toño que pasteaban en los terrenos de las faldas del volcán, solos comenzaban a llegar al corral que estaba a un costado de la entrada vieja del panteón (por la calle Alvaro Obregón entrando al ejido del pedregal o colonia López Mateos), ahí estaba un corral de ordeña donde hace 50 años ordeñaba Domingo Jiménez (a) “Mingo El Murcia”.
Pues recuerdo que mi padre (qepd) Pancho González Amezcua, muy pequeño me llevaba a ver cuántos habían amanecido en el corral y comenzaba a hablarles por el nombre y los bueyes y estos se le acercaban y les daba maíz y comían y después bajaban por el camino del bonete pegado al arroyo hasta los terrenos de “la tejería” donde hoy es la colonia Lomas del Pedregal desde el corral y de ahí se iban a la parcela de “La Tepamera”, donde esta la loma y por muchos años. 
Normalmente los cabrestos (bueyes), llegaban solos, pero cuando faltaban algunos, entonces le avisaban a Don Toño Aguirre y se juntaban con el grupo de vaqueros en bestias se iban a buscarlos a los terrenos del volcán y encontraban algunos huesos de ellos, porque se habían desbarrancado, a otros se los habían comido “Los animales de uña” como el león de montaña, la onza, tigrillos y pumas y como los cabrestos eran bueyes viejos mancitos, presas fáciles para animales carnívoros y regresaban con el resto para uncirlos al arado e incorporarlos en las labores agrícolas. 

 

Ese tiempo a fines de mayo, mi padre estaba atento a los rayos y truenos que desde comala se ven en las faldas del volcán y me decía: “De mañana a pasado empezarán a llegar los bueyes” y efectivamente, al otro día como a las 5 de la mañana se escuchaba el “mugir” del “buey cajeto”, “el palomo”, “el galleto” y muchos más; y pues había una identificación entre animal y hombre para cumplir con ese llamado de la naturaleza en los trabajos agrícolas., y eso amigos QUEDO GRABADO CON FUEGO EN MIS RECUERDOS.
Hay una canción de Gerardo Reyes que hace alusión a estas épocas, se llama: “Sin fortuna y sin nada”. (Esa es mi gente que por nada dejo, aunque volviera a sufrir igual).
  
En este punto quiero detener mi relato y recordar que la familia de “mi abuelo Chema”, (qepd) José Ma González Córdova, incluido mi padre Francisco González Amezcua (qepd) y sus hermanos J. Cruz, Alfonso y mi padre; estuvieron trabajando con Don Antonio Aguirre en ese tiempo, propietario o arrendatario de los terrenos del pedregal, allá por los años de 1967 0 69, sembraban casi todo ese basto terreno y traía mozos de las rancherías aledañas y muchos más que emigraban desde Zapotitlán, Tolimán, San Gabriel, San José del Carmen, Canoas, Aliseca y demás puntos del sur de jalisco, que llegaban a Comala desde a mediados de marzo y se regresaban cuando se terminaba la “Escarda y Paleteada” y regresaban otra vez en tiempos de corte de hoja.
Pero bueno ese será otro tema que después les compartiré; seguimos diciendo que las lluvias llegaban en la 2da quincena de mayo y los campos se humedecían y empezaba a surgir el zacate, que con el arado empezaba la chamba de “La rompida”, que nos es otra cosa más que preparar el terreno volteando la tierra para que el zacate que fuera naciendo se cociera en la tierra de un día para otro; después venia el trabajo de “La Cruzada”, que no era otra cosa más que cruzar con el arado en equis la tierra para verificar que el zacate estuviera bien cocido y seguir preparando la tierra para el tercer ciclo de trabajo con el arado, que era el de “surcar” o hacer los surcos para que el sembrador deposite las semillas y dejar germinar. 
  

Este proceso de “La siembra” debía llevarse a cabo a partir de los ocho días después del inicio de la estación del verano o sea a partir del 21 de junio y terminar de sembrar a más tardar el 24 de julio (cierre siembras) para que el maíz pueda estar listo para piscar antes de las cabañuelas de diciembre.
A los 22 días de haber sembrado el maíz, empezaba el trabajo de la fertilización y en aquel tiempo se usaba mucho el “Guano”, que era una especie de abono proveniente de las heces fecales del murciélago y de algunas aves marinas y con este se garantizaba la multiplicación de las cosechas.
Detrás de ellos venía otros trabajos que se llamaba “El Acordone”, que no era otra cosa más que acomodar en el surco las piedras y evitar que al paso del arado aplastaran las pequeñas milpas, que también era otro trabajo llamado “La escarda” que era la limpieza manual y con el arado tirado por bestias mulares o bueyes con un puyón y arado de palo para voltear con el ala el zacate y la tierra para tapar el abono al pie de la mata; también en este mismo tiempo había otro trabajo que se llamaba “Desretoñe”, donde con una guadaña, se cortaba los retoños de los huizaches, tepames, granjenes, garabatos y demás troncones que habían sobrevivido a la “Quema” y las espinas y ramas eran sacadas de la milpa y se colocaban como en las cercas y callejones para que no estorbaran.

A los ocho días después de terminada “La abonada, Escarda, Desretoñe,” se llevaba a cabo el trabajo de “La paleteada” y ese se hacía con una bestia que jalaba “El arado pato”, que le daba una segunda raspada al surco y como este arado de “dos manceras” tenía dos alas más grandes que las del arado normal, iba raspando el surco y dejando la milpa; limpia de zacate y de aquí al termino, se llevaba a cabo el famoso “ACABO”, que no era más que una fiesta con todos los jornaleros agrícolas y que el patrón en agradecimiento daba una birria, arroz con pedacera de pollo y frijoles fritos o puercos con totopos y forrado de chile jalapeño y queso seco y un excelente ponche de granada o unos jaiboles con alcohol de lata, para todos los que tuvimos o llevamos a cabo trabajos agrícolas de esa labor y normalmente se hacía bajo la sombra de alguna gran parota o higueras del callejón donde estaba la siembra o en el ranchito, donde se guarecía uno de las tormentas o era el paraje donde colgábamos los bules de agua y costalillos y también fungía como depósito de las herramientas de trabajo.

   

Pero eso no terminaba ahí; porque cuando la milpa empezaba a espigar y e emerger los primeros jilotes, había que ir trabajar en otra chamba, que era “El desenquelite (quelite) o despitillar (zacate pitillo)”, que por esos tiempos como llovía mucho, había grandes partes de la labor que se llenaba de esa maleza que en muchos casos le quitaba los nutrientes a la milpa y con ello bajaba la calidad del maíz., esta tarea también ayudaba, para que la milpa estuviera lista en los días por venir y se iniciaba otra jornada de trabajo que era el famoso “Corte de Hoja”.
Posteriormente al término de la jornada del “Desenquelite” y comenzando haber elotes, que es normalmente después que termina el verano y empieza el otoño, según el día y especie de maíz sembrada a fines de septiembre o entrando octubre, daba comienzo otra jornada de trabajo denominada “El Callejoneo o Zacaponeo”, que no era otra cosa más que limpiar de maleza las orillas de los campos sembrados y poder caminar con claridad y evitar ser mordido por alguna de las serpientes que abundan por ese tiempo; como las malcoas, apalcuates, tilcuates, solcuates y peor aún por alguna víbora de cascabel.
Después de la temporada elotera (para los tamales y elotes cocidos) y ya pasando la luna llena de octubre, hay una canción que es un himno a la vida de Pedro Infante, “La Luna de Octubre”, (según el tiempo de siembra de cada especie de maíz) daba inicio el corte de hoja, que nos mas que otra actividad de limpieza de la milpa para prepararse para el tiempo de las pizcas o cosecha. 
Esta consistía en “agarrar un corte de hoja”, según los patrones te daban 10, 15 0 20 surcos para cortar la hoja y se usaban los surcos de en medio de ese corte para “Encañar” los manojos cortados y que estos quedaran en forma inclinada, por si llegaban los serenos de fines de octubre o inicios de noviembre, la hoja sola se secara por escurrimiento y cuando trabajaba uno por tarea, normalmente era cortar un ciento de manojos de hoja para recibir el jornal del día de trabajo y como a los 15 o 22 días después de cortada, se iniciaba otra faena agrícola, que es la del “Amarre de Hoja” y cuando era por tarea este trabajo, normalmente se iniciaba a amarrar la hoja después de la luna de noviembre y este trabajo se hacía en cuanto oscurecía por las tardes noches, a las cuales acudíamos con nuestro bastimento y un bule de agua para hidratarnos por la extenuante jornada nocturna y regresar a nuestras casas por la madrugada después de haber amarrado la hoja y sacarlas al callejón para que otro día esta fuera recogida por los empleados del propietario de la labor y trasladar en bestias mulares o caballares hasta las trojas o casas del patrón y con los manojos hacer “Pilas de Hoja” que también tienen su trabajo y forma de elaboración en forma de casas con dos aguas para evitar que estas se pudrieran al mojarse con las lluvias de las cabañuelas.

Una vez que se terminaba de acarrear los manojos de hoja; llegaba el tiempo de “Las pizcas o de la cosecha” y esta faena consistía en trabajar por tarea (3 cargas de costales de pie doble) recolectar o pizcar las mazorcas de maíz con una canasta piscadora, (recibían este nombre porque en esta jornada agrícola se usaba piscalón) y recorrer los surcos sacando el maíz del farol de las milpas y depositándolos en la canasta y de ahí al costal de henequén y dejarlo en el lugar por donde pasarían las 

bestias mulares o caballares o los mozos para subirlos a los carromatos para trasladarlos a las trojas a la espera de la desgranadora de “Sergio el Chilpa” o de otras de las muchas camionetas que traían esa máquina desgranadora.
Una vez terminada la pizca, entraban una parvada de chavos al moteche; que era una actividad que las familias de las cercanías del pueblo llevaban a cabo por su propia cuenta y recolectaban el maíz que se había quedado y para eso ya era alimento de tesmos, (ardillas de tierra), güilotas, codornices y demás animalitos y aves silvestres y nos chavitos le sacaban provecho al recolectar, desgranar e ir a vender en las tiendas del pueblo como un maíz pollero; porque en su gran mayoría traía muchas semillas semipodridas.


Muchas veces algunos propietarios de las labores en la pizca, a la hora de la comida era costumbre el dar de comer a los piscadores al medio día un exquisito caldo de res, con mucha costilla y hueso y la mayor parte de los patrones invitaban la comida del caldo de res a los motechadores; que alegres disfrutábamos de la charla y del abundante plato de caldo de res.

En esos tiempos todos los miembros de la familia participábamos en las faenas agrícolas y de ahí la convivencia familiar y los recuerdos que hacen resonar las voces de un Comala que por la modernidad se va quedando poco a poco en el olvido de las nuevas generaciones porque sus actividades y forma de vida cambiaron y consiguen su sustento diario de actividades nuevas y mucho, pero por mucho más rentables que les dan una mejor calidad de vida con sus familias.

Saludos amigos y como se darán cuenta con mi relato, "Hemos hecho camino al andar"; dice mi pariente Luis Armando Fuentes Valencia, “al que junta estas letras” le dará gusto leer sus comentarios.
 


















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