jueves, 31 de diciembre de 2015

Los Cristeros del Volcán de Colima, José Verduzco regresa de Zapotitlán

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
JOSE VERDUZCO REGRESA DE ZAPOTITLÁN
Viene de la edición No 355 
LOCURA DIVINA
En la noche del martes día 4 cuando ya estaba de regreso José Verduzco Bejarano de su viaje a Zapotitlán; cuando ya Dionisio Eduardo Ochoa había buscado inútilmente al Dr. Don Miguel Galindo para que cogiese, con arrestos de viejo guerrillero, la causa de la Libertad Religiosa, ofreciéndose él -Ochoa- como compañero, para servir en el puesto que se le designase, y se había encontrado con la noticia de que el médico Galindo había salido de la ciudad y de que no regresaría pronto; cuando ya el mismo Dionisio Eduardo Ochoa había pensado y meditado -golpeándole dolorosamente la sangre en las sienes- en el problema que él veía insoluble, de quién: podría ser el jefe militar de la cruzada y no había quién le diese las medidas, se acercó al Sacerdote hermano suyo, con porte modesto, pero de solemnidad, de misterio, en que las almas flotan y se encienden en los momentos de las decisiones heroicas.
Deberían ser las 11 de la noche, muy pasadas. La casa estaba en silencio. Antonio C. Vargas, Rafael G. Sánchez y José Ray Navarro ya se habían retirado a sus casas.
Se cerró el viejo zaguán por el mismo Dionisio Eduardo Ochoa, cuando el último de los amigos había salido, y quedaron solos el Padre y su hermano. Este momento lo había estado esperando Dionisio Eduardo con ansiedad y sobresalto.
Al pasar el amplio pasillo que llevaba de la calle al interior, y al voltear al corredor, sobre la derecha, había, a un paso, una antigua banca de madera de barrotes labrados. El Padre D. Enrique esperaba allí sentado, mientras su hermano Dionisio Eduardo cerraba. Entró éste y se sentó junto a él y, sin más preámbulos, principió el diálogo así:  - Oye, hermano, tú ves que mañana -ya mañana es día 5- tendríamos que haber principiado. Era obligación nuestra el que mañana mismo diésemos prueba de vida bélica aquí en Colima. Yo soy el responsable; yo tengo la comisión, y todo tenía que estar organizado para esta fecha, para este momento. Ya pensamos, ya nos quebramos la cabeza con el problema de quién puede ser el jefe del movimiento: el Dr. Galindo, como te dije esta tarde, acababa de salir para México. Y, fuera de él, yo entiendo que no hay quien pueda dar las medidas: se necesita no sólo hombría, sino también rectitud, limpieza de miras, fe. 
Si buscáramos simple y sencillamente quien se levantara en armas, no faltaría, habría muchos; pero el encontrar uno de quien pueda tenerse seguridad de que sea disciplinado, esforzado, cristiano en sus intenciones y en sus actos, para que no vaya a ser este movimiento armado como una de tantas revoluciones en las que México ha abundado, un grupo de bandoleros que grite aislamente ¡Viva Cristo Rey!, no es fácil. Yo no sé quién pudiera ser ése; yo no lo encuentro.
CONTINUARÁ EN LA PRÓXIMA EDICIÓN


















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