LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
Crónica del 27 de abril al 2 de agosto de 1927
Libro Cuarto, Capitulo Cuarto
BUSCANDO INFORMES FIDEDIGNOS
La información había necesidad de tomarla en la misma hacienda de La Esperanza, Jal., con los testigos del hecho. El, personalmente, no podría ir, ni siquiera con toda su columna de soldados cristeros que traía desde que salió del cuartel de La Galera, para ir a recoger a su nuevo capellán el Padre don Enrique de Jesús Ochoa. Porque ya, a esa hora, con seguridad, habían llegado o estaban llegando, fuerzas militares del gobierno callista, y aun de la gendarmería de Colima, para resguardar la hacienda de La Esperanza, Jal., en donde agonizaba don Enrique Schonduve.
El señor Schonduve estaba muy relacionado con la sociedad y el gobierno de Colima y aun del centro, más aún, que se comentaba ya, como un hecho, el próximo matrimonio de su hijo Jaime con Cristina, hija de don Plutarco Elías Calles. Decidió entonces el general cristero Dionisio Eduardo Ochoa trasladarse con los hombres de su columna, a la hacienda de San Marcos, Jal., ahí tenía él amigos que podrían ir a La Esperanza y levantar la información. Y por veredas no muy transitadas, procurando no acercarse a la zona de Tonila y La Esperanza, se llegó a la hacienda de San Marcos cuando caía la tarde. Y buscó el general cristero Ochoa gente competente de la hacienda de San Marcos que no infundiese sospechas en la vecina hacienda de La Esperanza y fuese y trajese informes fidedignos.
Al efecto, escribió unas líneas para uno de los empleados de allí mÍsmo de la hacienda en donde moría el señor Schonduve para que le mandase datos concretos.
Y el informe vino luego, confirmando lo mismo que al jefe cristero Andrés Salazar habían contado, tanto el soldado J. Félix Ramírez como sus acompañantes. Más aún, se decía que el mismo señor Schonduve, ya moribundo, reconocía y confesaba haber tenido él la culpa de lo que había pasado.
Y, con ocasión de la muerte y sepelio del hacendado don Enrique Schonduve, no sólo los familiares y amigos, sino muchos políticos de Colima y de la ciudad de México se dieron cita en La Esperanza. Para la seguridad de ellos, soldados en gran número y gendarmes de Colima fueron mandados para resguardar la hacienda. En todas las estaciones del ferrocarril, entre Colima y La Higuera, se puso escolta, así como en los cruzamientos y lugares estratégicos de los caminos que llevaban a La Esperanza.
EN BUSCA DE PROVISIONES
No obstante todo, Dionisio Eduardo Ochoa necesitaba acercarse, con táctica diplomática, a los hacendados de la región que controlaban sus hombres, de este y de aquel lado del Río Naranjo, para exponerles su urgentísimo e inaplazable problema: dinero, para comprar parque. Su método era persuadir y que, libremente, le diesen su ayuda.
- Mira, Nicho -le dice un día don Salvador Ochoa, el dueño de la hacienda de Buena Vista-, mientras continúes con tu táctica de pedir simplemente, por más que trates de persuadir, los hacendados, los ricos en general, no te darán sino muy poco. Así no saldrás a flote. Necesitas, por la fuerza, asaltar y llevarte los dineros de las rayas de las haciendas.
- Es que eso no es correcto, tío don Salvador. No debemos nosotros obrar como han acostumbrado obrar todos los revolucionarios que ha tenido México. Replica don Salvador:
- Es que si tú pides y uno te da, lo llega a saber el Gobierno y nos amuela. Muchas veces hay voluntad de ayudarlos, pero por miedo a esta gente de Calles no se te ayuda. En cambio, si tú asaltas y te apoderas del dinero, nosotros aparecemos víctimas y de ninguna manera cómplices. Si quieres, comienza conmigo, asaltando y llevándote un sábado los dineros de las rayas de aquí de Buena Vista.
Pero Dionisio Eduardo Ochoa, no obstante esas razones, no se persuadió y optó por seguir su sistema de visitar, de hablar, de tratar conseguir por la buena....CONTINUARÁ....
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