jueves, 31 de marzo de 2016

Los Cristeros del Volcán de Colima. A comprar dinamita para volar las vías del tren

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
Arreglado el asunto del chofer, se fueron a comprar dinamita para volar las vías del tren
Arreglado el asunto del chofer, ya de noche, Dionisio Eduardo y José Ray Navarro fueron a comprar una poca de dinamita, para poder realizar su proyecto de interrumpir la vía del ferrocarril si las circunstancias les eran favorables.
Antonio no fue con ellos, porque tenía la intención de conseguir una carabina 30-30, con buena cantidad de parque, una linterna de mano y un machete:
- De algo nos servirán -decía él.
Por otra parte, en la casa Jalomo, en donde la dinamita se compró, lo conocían perfectamente; más aún, el que esto escribe entiende que eran parientes de él. En una caja de cartón, de las que sirven de empaque para zapatos, llegaron a casa Dionisio Eduardo y José Ray Navarro con su dinamita, llenos de alegría y haciendo fiesta por su adquisición.
Cuando estos momentos, de veras y bromas, de preparación, pero al mismo tiempo de sano esparcimiento, pasaron, llegaron las horas solemnes. Entre 10 y 11 de la noche estuvieron reunidos todos los que habrían de partir, o sea Dionisio Eduardo Ochoa, su compañero Antonio C. Vargas y también Rafael G. Sánchez, quien, ya meditabundo, había pasado la tarde en la casa de Ray Navarro. También estaba con ellos el mismo José Ray. Como sobre éste pesaba menos el problema, él era el que bromeaba más. Le seguía Dionisio Eduardo, con su carácter siempre alegre y festivo. Antonio era decidido y también jovial, aunque en menor grado. Rafael G. Sánchez, tal vez por ser el de mayor edad de ellos cuatro, estaba pensativo y hablaba muy poco. ¡Quién no habría de preocuparse ante tan tremendo paso!
Y reunieron lo que a esas horas tenían: dos pistolas, una de ellas pequeña, niquelada, 32-20, que Antonio se había conseguido en el mismo despacho donde trabajaba. La otra era un pistolón negro, pesado, anticuado, de aquellos de prepare, con unos cuantos cartuchos, no más de 8 o 10. Esta era la de Dionisio Eduardo, que había conseguido prestada con su tío don Librado, que trabajaba en una pequeña sastrería de la misma calle República. Y la dinamita.
Continua a la próxima edición























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