Los habitantes de Comala se disponían a descansar después de la agotadora jornada diaria de trabajo, eran las ocho de la noche del día 27 de Septiembre de 1924, las tenues luces de las lámparas incandescentes fueron apagadas y la población quedó en espantosas tinieblas, parecía que se trataba de uno de los constantes desperfectos en las líneas de conducción, pero no lo era, sino que el encargado de los tableros de control, ubicados en la esquina de las calles Madero y Reforma, había sido obligado a suspender el servicio de fluido eléctrico y para evitar que lo restableciera fue maniatado, amordazado y encerrado en el mínimo espacio que le servía de oficina.
Luciano González, apodado “el frijolero” y su gavilla de bandoleros eran los promotores de lo anterior, como primer maniobra para cometer un asalto al pueblo y obtener armas, dinero y comestibles.
A su paso por una de las calles encontraron a dos cuicos (policías) que pacientemente iniciaban su rondín nocturno, a quienes de inmediato los sometieron y despojaron de sus armas y las pocas pertenencias que portaban.
Conforme al plan propuesto se dirigen al Palacio Municipal y sorprenden a dos o tres guardianes existentes, mal provistos y carentes de preparación para oponerse a esa índole de sucesos, quienes también corrieron la misma suerte de sus compañeros y temerosos de perder la vida abandonaron el Recinto Oficial a su resguardo y se dieron a la fuga.
Los bandoleros, sin obstáculo alguno, se dedicaron a saquear las arcas municipales, se apoderan de las pocas armas existentes y destruyeron documentos y muebles que encontraron a su paso, mientras esto ocurría, otros integrantes del grupo saqueaban comercios y en sus domicilios particulares, el propio tesorero municipal y vecinos caracterizados del pueblo, eran asaltados y obligados a proporcionarles “préstamos forzosos”.
En breves minutos se cometió el atraco, “el frijolero” y sus acompañantes se dieron a la fuga con rumbo al Cerro Grande, lugar de su guarida y base de operaciones, sin que nadie se atreviera a perseguirlos.
El Presidente Municipal informó al Gobernador del Estado sobre los acontecimientos e ignorarse el número de participantes por causas de falta de fluido eléctrico y precipitación en la consumación de los mismos; éste comunicó al Gral. Álvaro Obregón, Presidente de la República, y quien deseando minimizar el problema y restar la importancia del caso, expuso serían, a lo máximo, ocho personas, reconociendo que el desagradable incidente había causado gran alarma entre la población y que el hecho carecía de importancia, no obstante ya haber girado órdenes para que treinta soldados persiguieran a los malhechores.
Las preocupaciones del Presidente de la República, al tratarse de un pueblo de importancia como lo era Comala, fueron del conocimiento del Gobernador mediante telegramas fechados el 29 y 30 del mismo mes, externando su inquietud, con respecto al informe recibido, de que no se hubiese hecho resistencia por la Autoridad Municipal, auxiliándose de algunos vecinos, a tan sólo ocho forajidos y permitir que saquearan y vejaran a instituciones y pueblo en general.
Ante las comunicaciones recibidas el Gobernador actuó de inmediato destituyendo a la Autoridad Municipal y ordenó el envío de un destacamento del ejército para encontrar y exterminar a los malhechores.
Fue hasta el día seis de Octubre cuando el pelotón obtuvo parciales resultados, logrando la captura de tan sólo cuatro de los asaltantes, Guadalupe Preciado, Tereso García, Vicente Cernas y Blas Macías, quienes fueron fusilados en la plaza de Comala.
Según informe rendido por el Jefe del destacamento a sus Superiores y al Presidente Municipal en turno, Luciano González “el frijolero”, cabecilla del grupo y resto de sus acompañantes en el “asalto a Comala”, no fueron localizados, pero si continuaron cometiendo barbaries en toda la región.
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