jueves, 31 de diciembre de 2015

El gran escarmiento de Burcio.. Relatos y Leyendas de El comala de ayer

RELATOS Y LEYENDAS DE EL COMALA DE AYER
Profr. Rubén Jaime Valencia Salazar (+)
EL GRAN ESCARMIENTO DE BURCIO
Proveniente de una de las rancherías del municipio se presenta Miguel en el negocio de abarrotes del señor Tiburcio.. El arribado era persona que llevaba sus mercancías “al fiado”, o como se dice en la actualidad a crédito, del establecimiento de Tiburcio, o “Burcio”, como le nombraba la mayoría de sus clientes y amistades.
Fue notorio el malestar de “Burcio” al ver llegar a su cliente, ya que desde semanas anteriores era objeto de llevar, pero no abonar a la ya abultada cuenta, por lo que expresó a sus dos hijos menores, que en ese momento le auxiliaban en el negocio, “ya viene este droguero, hijo de la chingada, ojalá y ya me pague, pero lo dudo y viene a chingarme otra vez”, el comentario fue escuchado por el llegado y haciendo caso omiso al mismo se disculpó por no traer consigo el abono ofrecido la semana anterior y a su vez solicitó le fueran surtidas algunas mercancías que le eran indispensables.
Burcio malhumorado accedió, advirtiendo fuera poca mercancía por estar próximo a cerrar el negocio ya que sólo vendía fiado y nadie le pagaba. Inician las solicitudes y a cada una de éstas el comerciante acrecentaba su mal estado de ánimo al sumar, mentalmente, el importe de las mismas.
Expresa Miguel: “Burcio, ya para terminar, me das cinco kilos de piñoncillo”. 
El comerciante sintió alegría por llegar a su culminación el pedido y a su vez porque la mercancía solicitada le daría oportunidad en deshacerse de la que se encontraba ya húmeda y tenía dificultad para su venta.
Tiburcio toma una bolsa de empaque y le ordena a uno de sus hijos le acompañara a la parte posterior del negocio para que le auxiliara a surtir lo requerido, en su caminar inicia un monólogo: “Ora verá este cabrón droguero, le voy a dar de la más apelmazada para que se chingue”. Mayúscula fue su sorpresa al levantar la mirada y enterarse de que a quien le hacía el comentario no era al hijo sino el propio “droguero”, quien amablemente se comedía a auxiliar a “Burcio” y éste, con gran escarmiento, tuvo necesidad de surtirle de la mejor, además de ofrecerle, galantemente, si lo deseaba, se llevara “fiada” toda la mercancía existente en el negocio.



















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