miércoles, 26 de febrero de 2020

Los Cristeros del Volcán de Colima, Nuevas disposiciones del jefe de fuerzas cristeras

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
“SPECTADOR” 

LIBRO QUINTO, CAPITULO SÉPTIMO; (de agosto a diciembre de 1927). 

“NUEVAS DISPOSICIONES DEL JEFE DE FUERZAS CRISTERAS”

Durante este mismo mes de octubre el general cristero Dionisio Eduardo Ochoa, con su carácter de Jefe de las fuerzas de la región y como representante del Control Militar, cedió el mando de los grupos de Zapotitlán y San José del Carmen, al general libertador don Jesús Degollado. 
Era éste un virtuoso y distinguido católico de suma abnegación, gran desinterés, de comprobada recta intención y valor. 
Estas fuerzas quedaron, por el momento, a cargo inmediato del señor Manuel C. Michel, el capitán dé la hacienda de San Pedro, de quien ya se habló y que recibió el grado de coronel.
Después se formaron con aquellas fuerzas dos regimientos: uno, a cargo del general Bouquet, y el otro, a cargo del mismo coronel Michel. El general Bouquet organizó, con los grupos que se le dieron, su columna expedicionaria que no tuvo zona especial asignada, y el coronel Michel, con el resto, fue jefe militar de la región. 
El mayor Filiberto Calvario, al frente en aquel entonces de toda la zona de Zapotitlán, Jal., cuyo mando se le había confiado desde la trágica muerte del capitán José Ortiz, no quiso separarse de la jefatura de Colima y quedó al lado de su antiguo Jefe el general Dionisio Eduardo Ochoa, quien lo puso como jefe inmediato en la región del Volcán.
Expiraba octubre cuando el general Ochoa regresó del recorrido por sus diversos campamentos con el objeto de pasar revista a las fuerzas, y solucionar algunos otros asuntos militares. 
En su último viaje a Ciudad Guzmán, Jal., en los últimos días del mes, a través de las cumbres del Nevado, había traído una buena cantidad de cartuchos, y la brecha, al fin, estaba ya abierta para seguir consiguiendo elementos bélicos.
Ahora, entre los proyectos que Dionisio Eduardo Ochoa acariciaba, estaba una fiesta general que unificara más el espíritu de todos sus cristeros y les llenara de gracia y fortaleza sobrenatural. Para esto eligió el día de Cristo Rey, que cayó en ese año de 1927, el 30 de octubre. El lugar de la reunión fue el campamento de la Mesa de la Yerbabuena. Continuará...



















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