LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
Cronica de Agosto a Diciembre de 1927
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Viéndose el Padre Sandoval en circunstancias propicias para salvarse, dobló simplemente en una esquina y se escondió. Los perseguidores nunca supieron ni siquiera quién había sido aquel prisionero.
En cambio, el Padre de la Mora fue llevado a la Jefatura Militar.
Había un militar callista -el general Flores- en cuyo corazón ardía un grande odio hacia los católicos, y al ver que su víctima, el Padre de la Mora, había tratado de escapar, se exacerbó su saña sobremanera y ordenó, sin más trámites, que el reo fuese inmediatamente fusilado.
Le condujeron a un corral sucio y pestilente de la misma Jefatura, en cruzamiento de la Avenida Revolución con calle Hidalgo, donde hoy se encuentra la Escuela Federal Tipo República Argentina, y allí, sobre el estiércol de los caballos, se le puso de pie para la ejecución. Con mansedumbre y resignación inmensa, desabotonó el mártir su cuello, sacó su crucifijo, lo besó y, declarando explícitamente a sus verdugos que les perdonaba con toda el alma, les bendijo con él.
Luego, la descarga le derribó al suelo y, entre aquella inmundicia, bañado con su sangre, quedó el cuerpo del mártir, sin que fuese permitido que se le diera sepultura honrosa y cristiana. Los mismos perseguidores se encargaron de hacerle llevar al cementerio municipal, sin ningún acompañamiento, en donde le arrojaron a una fosa ordinaria.
Cinco o seis días más tarde, el mismo general callista Flores, con un grupo de soldados, en las altas horas de la noche, creyendo que el Padre de la Mora llevaba en sus bolsillos alguna cantidad respetable de dinero, fue al cementerio a exhumar su cuerpo. El cadáver fue exhumado y registrado. Luego, de un golpe, fue" arrojado de nuevo a la fosa y cubierto de tierra. A los choferes que llevaron a los militares al cementerio, se les dijo que, si esto llegaba a saberse, se les mataría.
TOMAS DE LA MORA
Tres semanas más tarde fue de nuevo santificada la ciudad de Colima con la muerte de otro mártir, el joven Tomás de la Mora, de la A. C. J. M.
Como ya se dijo anteriormente, el 18 del mes de agosto, en un combate, cerca de la hacienda de Chiapa, fueron encontradas por los enemigos, unas cartas que Tomás había escrito hacía unos días, dirigidas al jefe cristero Dionisio Eduardo Ochoa. Y, aunque Tomás se firmaba con su seudónimo Juan Moreno, principiaron luego las investigaciones detectivescas que culminaron con la aprehensión de Tomasito, al caer la tarde del sábado 27.
Era Tomás un joven de corazón muy limpio, de piedad muy ardiente y de entusiasmo muy grande por la causa de Cristo. Tenía 17 años y pertenecía a una muy cristiana familia de Colima. Estudiaba en el
Seminario Conciliar de la Diócesis, en donde era modelo de piedad y dedicación. Tal vez, viendo en conjunto sus méritos, era el mejor de los colegiales.
Como se habló ya en el Libro primero, cuando se suspendió el culto en el Estado de Colima, él fue uno de los que más se empeñaron por la causa de su Religión. Entonces, la Autoridad Eclesiástica, con el fin de procurar el bien de la niñez, echó mano de los seglares para el estudio catequístico en la ciudad, de tal suerte que en cada manzana se fundase un pequeño centro para el estudio de la Religión. Todo esto se hacía en medio de muchos trabajos y peligros. Tomás, celoso y ferviente, trabajó cuanto pudo. en esta empresa; siempre andaba de aquí para allá procurando la buena atención y el progreso de aquellos grupos.
Continuará...
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