LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición anterior
"Por el medio de los dos volcanes y sin sacerdote"
Crónica del 27 de abril al 2 de agosto de 1927
Después de la charla común, Dionisio Eduardo Ochoa habló a solas con el Padre; le expuso que el objeto principal de su viaje había sido buscarlo y entrevistarlo para rogarle que no los fuese a dejar solos; que no era posible que luchando por Cristo, viviesen sin un sacerdote, careciendo de los auxilios de la Religión, más aún con el peligro de muerte; día a día.
El Padre don Mariano escuchó; pero ya él estaba decidido a volverse ocultamente a Tonila, y de allí, a la misma ciudad de Colima. El no sentía que fuese deber suyo -como en realidad no lo era- ser el Capellán del movimiento cristero. Además, él no era para avenirse a una vida de columna, propiamente sin cuartel, como veían bien claro que se iba a continuar, y tuvo que excusarse.
Dionisio Eduardo Ochoa nada consiguió por tanto y, bebiéndose él solo su amargura, sin decir ni una palabra a sus compañeros y con la garganta hecha nudo por aquella pena, prosiguió su camino a Caucentla, tomando las precauciones debidas, porque temían que aún hubiera por ahí gente enemiga.
Caía la tarde cuando se llegó a inmediaciones del viejo campamento de Caucentla. Adolfo Ceballos rogó al Gral. Ochoa le diese permiso, aprovechando la cercanía de Tonila, para ir a buscar su familia. El máuser de él fue entregado a J. Trinidad Trillo, quien continuó haciendo las veces de asistente del jefe Ochoa.
Estando Ceballos aún ahí, el Gral. Ochoa se decidía a cometer el problema de ir hasta las viejas trincheras a buscar su garniel.
- Don Nicho, creo que está peligroso ir -dice Adolfo Ceballos-Yo creo que no conviene. En realidad, era una aventura.
J. Trinidad Trillo, resuelto, audaz y leal como siempre dice: - Si gusta, don Nicho, yo lo acompaño. - De acuerdo; vamos. Y cubriéndose entre los árboles, porque temían que hubiese por ahí, emboscado; algún destacamento enemigo, como, en realidad, parece que lo había, llegaron el jefe Ochoa y su nuevo asistente Trini Trillo al lugar del escondite. -Aquí, entre esas piedras. Sí, aquí. Aquí está. ¡Bendito sea Dios que lo encontramos! Y lo recogieron y se volvieron a donde estaban sus compañeros.
A TONILA
Y marcharon sin más demora, cuesta abajo, hacia Tonila. Y mientras el jefe D. Natividad Aguilar, Trini Trillo y Mariano Anguiano quedaban por ahí, ocultos, en algún ranchito de
personas amigas de las cercanías de la población, Dionisio Eduardo Ochoa y Miguel Anguiano Márquez entraban a Tonila y llamaban a la puerta de Patricio Villaseñor, el presidente municipal, que era amigo del jefe Ochoa. Con él se hospedaron. Era la noche del sábado 30 de abril. Unas horas más y amanecería el mes de mayo.
CONTINUARÁ......
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