LOS CRISTEROS DEL VOLCAN DE COLIMALAS VOCES DEL CIELOJornada del 6 de enero al 27 de abril de 1927Viene de la edición anterior
De hecho, con relación a este problema, entrevistó a algunos de sus antiguos compañeros, de los de más empuje, les comunicó en qué andaba, por lo cual ya no volvería él más a la Universidad, dejando en sus manos todo lo que en pro de la rectitud y de la lealtad cristiana allí se había obtenido.
Con relación al levantamiento armado, era jefe, conforme ya lo han visto nuestros lectores, de allí y de toda la región de Occidente de la República, el joven Lic. Anacleto González Flores, hombre meritísimo, de visión clara, de corazón grande, generoso, esforzado; brillante orador que sabía, con su verbo candente, arrastrar las multitudes, imprimiendo en ellas el fuego de su alma; hombre de conducta intachable, de absoluto desinterés, que había forjado una generación de luchadores y a quien todo el Guadalajara católico veía como bandera y llamaba con el nombre cariñoso de Maestro Cleto.
Con todo derecho. se le consideraba como el alma de la defensa y era quien estaba en comunicación directa con los Jefes Supremos de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa.
A este joven abogado, como a su Jefe, fue a entrevistar Dionisio Eduardo Ochoa, para de él recibir orientaciones y órdenes.
Y con el Maestro Cleto, en torno de él, ayudándole en su magna labor, estaba un grupo de jóvenes meritísimos de alma grande, de fe heroica, de inmenso amor a Dios y a su Patria. Entre esos estaban Miguel Gómez Loza, Luis Padilla, los hermanos Vargas González, Salvador Cuéllar, Carlos Blanco, los muchachos Huerta y otros más.
También quiso ver Dionisio, por cariño, por respeto, por la veneración que todos le teníamos, al egregio Padre don J. Jesús Ursúa, Secretario de la Sagrada Mitra de Colima, que obligado por la persecución, estaba en Guadalajara. Este Padre Ursúa, grande en su virilidad, en su fe, en su amor a Cristo, había sido el alma de todo el movimiento de defensa de la Iglesia en Colima. El fue el sostén de nuestro anciano Prelado, el consejero de todos y de quien todos aprendimos a amar a Cristo y a la Iglesia. Dionisio Eduardo le comunicó sus planes y el Padre, enardecido de entusiasmo, lo felicitó y le auguró la ayuda y las bendiciones de Dios, aumentando con sus palabras la fe de gigante que Dionisio Eduardo poseía.
EL REGRESO AL CAMPAMENTO
Para su regreso, el Padre don Jesús Ursúa, cariñoso y bueno, no quiso que Dionisio volviese solo, le buscó una compañía, la de Amalia Méndez de León, para que con él viniese en el tren y hubiese menos peligro para Ochoa. Y compartiendo alegremente, Amalia acompañó por tren a Dionisio hasta la estación de Villegas, Jal. Era la tarde del 15 de enero.
No es fácil imaginar el entusiasmo de aquellos ptimeros luchadores. Con su alma llena de fe en Dios y soñando en sus combates por la defensa de la Libertad Religiosa y de su Patria, Dionisio Eduardo Ochoa llegó a la estación de Villegas, Jal., en donde ya él sabía que alguien lo esperaría. En efecto, muy pronto distinguió a unos de los hombres de Caucentla.
Y montó Dionisio Eduardo Ochoa en su bestia, acompañado de ellos y tomó el camino empinado hasta Tenaxcamilpa, en donde el grupo de sus primeros reclutas lo esperaba.
CONTINUARÁ...
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