LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo cuarto La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre)
Luchar, sufrir y morir por Cristo. LOS NIÑOS CRUZADOS.
Viene de la edición # 516 del libro Septimo Cap Tercero.
LOS NIÑOS CRUZADOS DE CRISTO
Continuamos....,
Finalizando el mes de julio de ese año 1928, cuando los callistas dieron por terminada la campaña de la zona de los volcanes, se dedicaron a perseguir de una manera enconada y sistemática a las fuerzas del coronel Marcos V. Torres, en gira entonces por la parte sur del Estado.
Los combates fueron pocos; pero de tal gravedad para los cristeros, que sólo la mano de Dios pudo salvarlos, siendo sus víctimas relativamente escasas.
Uno de los hechos registrados en esta campaña, fue el ataque de sorpresa que el enemigo dio, en el mismo lugar de que arriba se habló, denominado Huerta de las Haciendas, al coronel Marcos V. Torres y sus hombres; hora terrible en la cual los salvó únicamente una muy especial providencia de Dios.
Dos días hacía que aquellos libertadores habían tenido que combatir cerca de Coquimatlán, Col., contra las fuerzas enemigas que sin cesar los perseguían. Largos días tenían de continuas jornadas y desvelos, cuando llegaron, el 4 de agosto, al citado lugar. Aunque sabían que el enemigo iba tras ellos, nunca estimaron que estuviera tan cerca, y entraron a la huerta, para tomar una poca de fruta, descansar algunas horas y luego continuar hasta un lugar a propósito para acampar y resistir al perseguidor, en caso de nuevo encuentro.
La Huerta de las Haciendas está colocada al pie de unas lomas áridas, llenas de zarzas, que aprisionan el paraje sin dejarle lugar de salida, no lejos de Ixtlahuacán, Col.
Una vegetación exuberante de plátanos, mangos y palmas, forman un espeso bosque donde se encontraban descansando los libertadores, con sus caballos cerca de ellos, porque deberían partir luego, cuando el enemigo, sin ser advertido y amparado por la espesa arboleda, se introdujo hasta el lugar en que se encontraban los cristeros y puso su línea de fuego a unos cuantos metros de ellos para iniciar el ataque.
La victoria de los perseguidores era un hecho y el exterminio de los cruzados humanamente era seguro; porque descuidados, rendidos por el cansancio, dormían casi en su mayoría bajo la sombra, y quedaron totalmente copados, ya que la única salida era la ocupada por los callistas; además, el paraje estaba circundado por grueso alambrado de púas, y las lomas áridas que a la espalda quedaban, único punto por donde podrían escapar, pronto serían flanqueadas por una ala del enemigo.
En estas circunstancias tan desiguales, se rompió el fuego por parte de los callistas, con una descarga uniforme. Los libertadores, sorprendidos, no pudieron organizar ninguna resistencia y su único intento fue escapar.
Entre una horrible granizada de balas, en medio de un inmenso desconcierto, consecuencia de la sorpresa sufrida, con los enemigos que atacaban a un tiro de piedra y dejando entre las púas de los alambres del cercado que rodeaba el lugar, pedazos de la ropa y aun de la piel y la carne, lograron salir los cruzados de Cristo; pero abandonando casi toda la caballada.
Sólo dos o tres libertadores, rompiendo a machetazos los alambres, lograron sacar sus cabalgaduras. Luego siguió la huída; la subida era empinada y no había lugar para afortinarse y resistir. Sobre la marcha y a pecho descubierto, se iba haciendo fuego contra el enemigo que avanza por el flanco y a las espaldas.
Continuará en la edición # 518. EL TENIENTE J. REFUGIO SOTO
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