Colima y los alrededores de los Volcanes en septiembre-diciembre de 1810
Capitulo 27
Décima cuarta parte
Profr. Abelardo Ahumada González
HIDALGO “VIRREY”.
Siendo apenas el 11 de noviembre, es muy posible que El Amo Torres no hubiese podido enterarse aún de las fuertes desavenencias surgidas entre Hidalgo y Allende tras la derrota de Aculco (acaecida en la mañana del 7), pero, al saberse ya dueño del control de Guadalajara, en la tarde de ese día le envió al primero otra carta rústicamente redactada (con copia para el segundo), no sólo para informarle de lo acontecido, sino con la invitación de que saliera de Valladolid y se fuera a posesionar de la capital de Nueva Galicia:
“A las nueve de la mañana de este día he hecho mi entrada en esta Capital de Guadalajara en paz, pues […] desde el día seis del corriente [… el Ayuntamiento me pidió] parlamentarla al pueblo de Santa Ana. Los europeos que tenían en movimiento esta gran ciudad se han profugado (sic) y llevado muchos caudales así suyos como ajenos, tocante a Reales Rentas (es decir el erario); pero ya he dado comisión para que los sigan, y creo que no escaparán.
“Estoy arreglando este Gobierno como mejor hallo […] hasta que Vuestra Excelencia me mande sus órdenes, o […] pase a tomar posesión de la Corte de este Reino sujeta ya a su Gobierno.
“Pongo a V. E. igualmente en su noticia que el día citado se habrá tomado la Villa de Colima por un hijo mío, D. José Antonio Torres, en compañía del Capitán D. Rafael Arteaga según se me ha asegurado, aunque nada sé de oficio. [Y] por si no hubiere llegado a manos de V. E. mi oficio en que le comunico haber ganado una batalla a [los defensores de] Guadalajara en el pueblo de Zacoalco, en donde murieron doscientos sesenta y seis, y entre ellos cien europeos, y los demás Criollos á quienes forzadamente sacaron a lidiar, lo participo á V. E. para su inteligencia y gobierno…” (Zárate, obra citada, p. 166).
La comisión de perseguir a los 200 españoles que habían huido de Guadalajara llevándose caudales propios y de la tesorería de la ciudad, recayó, pues en el padre Mercado y su gente, que hasta ese momento habían estado junto con Torres. Y, hemos de creer que al amanecer del día 12, ya con su nombramiento como “comisionado” de Hidalgo en una petaca, escasamente provisto de armas y municiones, salió de la ciudad, puesto que, según otras fuentes lo indican, el 13 ya estaba en Ahualulco, en donde, emulando de algún modo al ya ex cura de Dolores, convocó también a sus parroquianos y los arengó en cuanto a la causa independentista, habiendo logrado que algunos de ellos se sumaran al movimiento.
Uno de los oficios que parece haber redactado (o dictado) ahí mismo, nos muestra cómo ya para esos días los insurgentes de Nueva Galicia y Guanajuato estaban equívocamente considerando haber ganado la guerra, pues le comenzaron a dar a Hidalgo, que aún no hacía su arribo a “La Perla Tapatía”, trato de virrey. Pero veamos mejor el inicio del documento en cuestión:
“Yo el Bachiller don José María Mercado, Cura Interino Vicario y Juez Eclesiástico de Ahualulco y Comandante comisionado por el Excelentísimo Señor Virrey y Capitán general de los Ejércitos Americanos para la conquista de los pueblos del poniente [ … ] según las facultades que me han dado, comisiono a vos, mi señor padre […] para que pueda aprehender y embargar las haciendas y los intereses y personas de los europeos [de la subdelegación] y conducirlos a este cuartel de Ahualulco […]” (Hernández Dávalos, T. II, p. 345).
Ahualulco era, en efecto, como las villas de Colima y Zapotlán otra subdelegación de la Intendencia de Nueva Galicia. Y en esas fechas el subdelegado de dicho lugar era don Juan José de Zea, quien, actuando a la inversa de los otros subdelegados, no sólo no combatió a los insurgentes, sino que se unió a ellos, convirtiéndose “en la mano derecha” del padre Mercado durante la corta campaña que le tocó realizar. (Muriá y otros, p. 348).
INCIDENCIAS DEL GOBIERNO INSURGENTE EN LA VILLA DE COLIMA.
Pero dejemos al padre Mercado en el camino hacia Tepic y remontémonos de nueva cuenta a la Villa de Colima, en donde por esas mismas fechas, tanto Rafael Arteaga como el hijo del Amo Torres estaban tratando de corregir el error inicial que cometieron al no contener desde un principio a sus gentes, que se dedicaron a saquear las tiendas y las casas más ricas de dicha villa, así como los ranchos y haciendas de los alrededores. Todo eso mientras que algunos otros paisanos, que desde antes simpatizaban con las ideas de la Independencia, se acercaron con Torres, Arteaga y el padre Díaz, con el propósito de decirles que ellos también estaban dispuestos a participar en la lucha.
En relación con esto quiero señalar que desde hace más de un siglo se han venido mencionando como insurgentes colimotes los nombres de Pedro y Miguel Regalado (sic), José Calixto Martínez, alias “Cadenas”, Ramón Brizuela, el cura José María Venegas, Fermín Ortiz, Antonio Béjar, Miguel El Lego Gallaga e Ignacio Sandoval, de los que, sin embargo, no se han dado muchos datos más; por lo que sus nombres han persistido como tales, sin que casi nadie se meta en mayores averiguaciones.
Pese a lo anterior, algunos historiadores del siglo pasado y principios del actual, han podido realizar nuevos y, a veces, hasta incidentales hallazgos documentales en relación a varios de esos nombres, dándonos a nosotros la posibilidad de afirmar, por ejemplo, que al menos los últimos tres que se mencionan no eran colimenses sino oriundos de pueblos que hoy son de Jalisco, aunque hayan tenido participación guerrera en pueblos y espacios de lo que fue el partido de Colima, y de porciones también de Michoacán.
Más allá de la multitud anónima “de indios de Almoloyan, Comala, Suchitlán y Juluapan” que Vázquez Lara dice que “arrastró” el padre Díaz, trataré de exponer a continuación los “nuevos datos”, diríamos, que sobre algunos de esos nombres y el de una mujer insurgente, han salido a la luz:
“CADENAS”.
Vázquez Lara dice (en El Culto a la Candelaria, p. 47) que tanto Calixto Martínez, como Pedro Regalado eran “empleados municipales” de Colima. Por su parte, el investigador michoacano Gerardo Sánchez Díaz, señala (en La insurgencia en Colima, Jalisco y Michoacán, 1810-1814, p. 3.) que Martínez, mejor conocido con el mote de “Cadenas”, fue “el principal comisionado” para marchar con un grupo de gente local por la “costa con dirección a Tepic o San Blas”. En tanto que el jalisciense Carlos Boyzo Nolasco (en La Independencia en la región de Autlán y Costa de Jalisco, págs. 30-31 y 132-134) precisa que el nombre completo de Cadenas era el de José Calixto Martínez y Moreno, y que habiéndose allegado al mencionado hijo de El Amo Torres en Colima, recibió de éste el nombramiento de “Capitán Comandante de la División del Poniente de las Tropas Americanas para el establecimiento del Nuevo Gobierno” en los pueblos y rancherías de la costa que hoy abarcan desde Manzanillo, Col., hasta Tomatlán, Jal., e incluso, ocasionalmente, hasta Bahía de Banderas, en uno de cuyos espacios se formó décadas después el famoso Puerto Vallarta.
Tras recibir ese nombramiento, y tal vez reforzado con la gente del padre Díaz, Calixto Martínez se debió de haber movido muy rápido, puesto que antes de que finalizara aquel noviembre, él y su tropa, mal armada y sin ninguna experiencia en los combates, se aproximaron al pueblo de Autlán, sorprendiendo a la guarnición realista que ahí existía, y cuyo jefe era el Subteniente Rafael Ponce de León.
Y en relación a esto último, siento el deber de señalar que hasta 2008 (año en que Boyzo publicó su libro), ningún historiador local había tenido la oportunidad de conocer el nombramiento que recibió Cadenas en Colima, ni mucho menos la orden que se le dio para que buscara el modo de realizar la toma inmediata de Autlán, pero leyendo y releyendo lo que él, Sánchez Díaz, Olveda, Vázquez Lara y otros historiadores locales habían escrito sin correlacionar, he encontrado suficientes indicios como para poder creer que, estando los mencionados Arteaga y Torres en Colima, no faltó quién les informara que el subdelegado de Autlán, “de apellido Vallano”, se había estado dedicando, desde varias semanas atrás, “por disposiciones de las autoridades de la Intendencia” de Guadalajara, a formar, como lo hizo también en Colima don Francisco Guerrero del Espinal, “compañías de soldados” que luego envió a Cocula y, de las que al menos una apoyó a los realistas en la “defensa” de Zacoalco. Información importante que fue lo que quizás decidió a Torres y Arteaga a proceder de esa manera.
Pero, haya sido todo como haya sido, la noticia cabal es que “la población de Autlán fue tomada la primera vez, por los Insurgentes capitaneados por José Calixto Martínez y Moreno, alias Cadenas, a finales del mes de noviembre de 1810 […Y que] cuando [él y su gente] entraron en Autlán” llevaban además “la consigna de aprehender a los españoles europeos e incautar los bienes de los mismos para ponerlos a la venta, así como para nombrar nuevas autoridades americanas”.
Siendo muy de referir el dato de que, las otras dos compañías que Ponce de León tenía bajo su mando “en la Villa de Purificación y en Cuautitlán”, en vez de ayudarlo a defenderse del ataque insurgente “se incorporaron en masa [al bando insurrecto] al igual que la mayoría del pueblo”. (Boyzo, p. 31).
Provocando con ello que otros europeos con residencia en Autlán, y unos más que se encontraban en el “Real de San Sebastián”, hoy mejor conocido como San Sebastián del Oeste, “huyeron [también] al Puerto de San Blas con el objetivo de salvar sus vidas, embarcándose junto con el Obispo Cabañas y muchos europeos más hasta el puerto de Acapulco” [Ibidem, p. 31].
Y aprovechando la mención de que muchos de los realistas se estaban incorporando en masa al bando insurgente, vale la pena mencionar que, tal vez con el propósito de evitarla, o tal vez con la idea de evitar el cúmulo de excomuniones que la Iglesia tendría que estar “fulminando” en vista de aquella reacción popular, por aquellos días los obispos de diferentes diócesis comenzaron a ofrecer el perdón a los fieles que incautamente hubiesen seguido los llamados del cura de Dolores y sus satélites, mientras que por la parte oficial, el virrey ordenó la publicación de una proclama suya para los soldados que, arrepentidos de haber, precisamente cambiado de bando, decidieran acogerse al indulto que su benévolo gobierno les ofrecía. Proclamas que en los espacios que ya estaban ocupando los insurgentes no lograron difundirse de manera masiva, o a las que en ese momento (como ocurrió en Colima), muy poca gente les hizo caso.
Pero volviendo al punto anterior, otra novedad que se deriva de los documentos publicados por el ex cronista de Autlán, es que el Capitán Comandante Calixto Martínez llevaba como asistentes a un Luis Altamirano, individuo del que yo no había (ni he vuelto) a leer nunca nada, y a Ramón Brizuela, de quien su familiar local, el doctor Enrique Brizuela Virgen, proporcionó algunos interesantes datos en una ponencia que en noviembre de 2005 presentó ante la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, a la que tituló “El Insurgente Don Ramón Brizuela”, y de cuyo contenido tendremos oportunidad de hablar en la próxima entrega.
1.- “El Amo Torres”, monumento conmemorativo en la avenida Hidalgo y junto al Mercado Corona recientemente remozado, en Guadalajara.
2.- En fechas más o menos recientes, algunos investigadores de nuestra región han estado desempolvando antiguos documentos que nos hablan del movimiento insurgente en esta área.
3.- El actual secretario de la Asociación de Cronistas del Estado de Jalisco publicó este interesante libro en julio de 2008.
4.- Esta otra obra, publicada apenas en octubre de 2020, consigna varios (y casi desconocidos) sucesos de la Guerra de Independencia que ocurrierons en la zona limítrofe de Minatitlán, Col., y Chacala y Cuautitlán, Jal.
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