viernes, 29 de julio de 2022

Los Cristeros del Volcán de Colima Curaciones Increibles

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator  LIBRO SÉPTIMO Capítulo Tercero
La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre)
Curaciones increíbles y termina libro tercero. Viene de la edición 513

CURACIONES INCREÍBLES

La curación de los heridos fue una serie de milagros verdaderos. Nunca hubo, en los dos años y medio del Movimiento, un herido que muriese, al menos en toda la zona de los campamentos del Volcán; el que no moría en el combate o momentos después, se había ya salvado, con toda seguridad. El que esto escribe, con sus propios ojos vio muchos de estos casos maravillosos y podría testificar estas cosas con juramento, si se hiciere necesario.
Precisamente en esos días, fue herido en la cabeza un joven cristero, José Beltrán -cuya madre, Refugio Vizcaíno, aún vive, en la hacienda de San Antonio-; porque una bala le perforó el cráneo; le penetró por la región occipital y le salió por el ojo derecho. Estuvo unos diez o quince días de suma gravedad y aun loco; mas se restableció por completo y poco después volvía a las filas para continuar luchando.
Otro joven del pueblo de Tonila, llamado Anastasio, fue herido en ciudad Guzmán, Jal., en un ataque, allá por el mes de junio de 1927. Recibió el balazo cerca del hombro izquierdo y le salió en la axila derecha. La caja toráxica le quedó por tanto atravesada de lado a lado. Hubo momentos en que parecía ya estar expirando; pero rehecho un poco, sus compañeros le montaron sobre su misma bestia y, así herido y sin ninguna curación, caminó más de veinticuatro horas, pues hubo que hacerlo con demasiada lentitud, hasta llegar al pueblo de Zapotitlán, Jal. Tres o cuatro días estuvo entre la vida y la muerte y, a pesar de tener perforados los dos pulmones y de haber salido la bala expansiva haciéndole un gran orificio en la axila derecha, por donde escapaba el aire en cada una de sus respiraciones, sanó por completo. Libertadores traspasados de lado a lado del tórax -del pecho a la espalda o viceversa- hubo más de doce y ninguno murió. El mayor Pedro Radillo recibió un balazo en el abdomen, que lo traspasó por completo, de manera que su carrillera quedó agujereada, tanto por la parte de atrás, como por la de adelante. 
Después de dos o tres meses, aquel libertador se encontraba totalmente restablecido y pudo volver a la brega. Otro joven cristero, Andrés Monroy, que aún vive, del escuadrón del capitán Félix Ramírez, recibió un balazo por detrás de la cabeza bajo la base del cerebro, que perforándole el paladar salió al exterior por la cara, despedazándole el pómulo derecho. Heridos en los brazos y las piernas hubo a docenas, y ninguno perdió el miembro enfermo. Hubo un joven de la ranchería de Alcaraces, de apellido Neri, que tenía una pierna casi hecha pedazos; el hueso roto y despedazado desde la rodilla al pie, al grado de habérsele extraído, poco a poco, por los quince o más orificios que se le fueron abriendo, más de veinticinco esquirlas. La última vez que el autor de estas líneas lo vio, andaba ya por su propio pie sin hacer uso de muletas. Aún vive, en la ranchería de La Estancia, Col. Así protegía Cristo Rey a sus cruzados.

Aquí termina el capitulo tercero; continuará en la siguiente edición con libro cuarto 

















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