LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMASIN SACERDOTE Y POR EL MEDIO DE LOS DOS VOLCANESCrónica del 27 de abril al 2 de agosto de 1927Libro 4 Capitulo Segundo

Es que el jefe Ochoa tenía algunos asuntos urgentes: el primero, buscar en esa misma sierra, al Padre don Mariano Ahumada en las cercanías del Cerro del Durazno, en donde él sabía que se había refugiado, y tratar con él el modo de que, aunque fuera de lejos, los siguiese acompañando para que no quedasen sus cristeros del todo abandonados sin auxilios, ningun religiosos.
El segundo problema era buscar, allí mismo en el ex-cuartel general de Caucentla, su garniel de soldado, en donde él guardaba su documentación. El tenía esperanzas de que no hubiese caído en manos del enemigo, porque en los momentos de más trabajo y fatiga, lo había ocultado bajo unas piedras en Loma Alta. Sin embargo, no faltaba el temor de que lo hubiesen encontrado los callistas y eso tendría consecuencias serias.
Y el tercer problema era entrevistarse con Angelita Gutiérrez, una de aquellas audaces heroínas que viajaban frecuentemente de Guadalajara a Villegas u otra estación del ferrocarril, y aun directamente a Caucentla, para llevar a los insurgentes cristeros, noticias, instrucciones y parque y que en esos días, según plan concertado, iría a Tonila, Jal.
Llamó Dionisio Eduardo Ochoa a su hombre de más confianza, por lo leal, valiente y óptimo conocedor de aquellos terrenos del Volcán, don Natividad Aguilar, el jefe inmediato de los cristeros de la zona de Caucentla.
- Don Nati, tengo necesidad de ir a Caucentla y tal vez - Don Nicho, con mucho gusto. Usted ordene. ¿Yo solo, o vamos más? - Pocos: usted y yo y tres o cuatro más. Siendo pocos, con facilidad nos les colamos a los enemigos. Podrían ir Miguel Anguiano Márquez y unos dos más, a elección de usted, que conozcan bien el cerro del Volcán.
- Si. gusta, don Nicho, además de Adolfo Ceballos su asistente, y de don Miguel, nos llevamos a Trinidad Trillo y tal vez con eso basta. - Bueno, avíseles; comemos luego y nos vamos. Usted deja su gente al mando de su segundo y yo dejo, haciendo mis véces, a Antonio C. Vargas. Sólo que, al ir Miguel con nosotros, necesita llevarse a su hermano Mariano, para que no quede solo. -Mariano, el hermano, estaba entonces chico.
CONTINUARÁ...
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