LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator.
LIBRO SÉPTIMO Capítulo Tercero
La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre)
Fiesta sagrada en el Borbollón. Fiesta de Seminaristas..
Viene de la edición 511
FIESTA SAGRADA EN EL BORBOLLON
Entre tanto reinaba un poco de tranquilidad en la región del Volcán, lo cual permitió que los soldados libertadores y sus jefes pudieran reunirse para celebrar en común la festividad del Corpus Christi y del Sagrado Corazón de Jesús. ¡El lugar escogido fue el campamento de El Borbollón, cuartel del capitán libertador Félix Ramírez. Un poco más arriba de las casitas de los soldados, bajo unos laureles, se construyó la capilla, ya no de zacate y varas como en ocasiones anteriores, sino con tableta de pino. Y bajo la nutrida arboleda de aquel bosque perfumado, de encinos, laureles, pinos y moras, se hizo una calzada para la procesión del Divinísimo Sacramento; se improvisaron algunas ermitas de rústica hermosura, con sus respectivos altarcitos cubiertos de flores de la montaña y, en medio del concierto de los pájaros silvestres, que no cesaba ni un momento del día, y rodeado de sus esforzados cruzados que oraban y cantaban con fervor, Jesús Rey fue conducido con especial amor en el Sacramento de la Eucaristía.
La noche se pasó íntegra en adoración solemne y, al día siguiente por la mañana, como sello de la festividad, fue la Comunión general.
LA FIESTA ANUAL DE LOS SEMINARISTAS
En el mismo campamento de El Borbollón celebraron los seminaristas su fiesta especial con motivo del aniversario de la consagración de su Colegio al Sagrado Corazón de Jesús.
Citados todos con oportunidad, acudieron de sus diversos campamentos. Unos pertenecían al regimiento de Cerro Grande; otros a los escuadrones de la zona de El Naranjo; otros, la mayoría, eran del grupo del coronel Marcos Torres que operaba a inmediaciones de la ciudad de Colima. Todos acudieron a aquella concentración con mucha alegría; iban a pasar, reunidos, los viejos compañeros de Colegio, aquellos días de fiesta religiosa al pie del divino Jefe y Supremo Capitán Cristo y a renovar su consagración a El. El reunirse, cambiar mutuamente impresiones, hablar entre sí de sus correrías bélicas, era ya satisfacción muy grande. Además, con ellos tendría que estar su antiguo maestro y ahora su capellán el Padre Ochoa.
Durante el día 26 estuvieron llegando al campamento de El Borbollón aquellos estudiantes convocados. Hoy venían con su cara tostada por el sol y la inclemencia, su calzón blanco y camisa de manta y huaraches y, además, su pistola y su rifle de Cruzados, después de haber ya participado una y muchas veces en las cruentas batallas por la libertad religiosa. Venían a cantar una vez más, con toda el alma y el fuego de sus pechos, el himno que en su seminario, en años anteriores habían entonado:
Reina, Jesús, juramos defenderte; tan sólo tuya nuestra vida es.
Destronado, Señor, no hemos de verte, primero moriremos a tus pies.
Asienta tu reinado, no receles,
aquí en tu seminario, oh Rey de amor; Te juramos, Señor, el serte fieles;no habrá de entre nosotros un traidor.
Y el día 27 -su fiesta- a los pies del Rey, como hacía un año lo habían hecho en las faldas occidentales del Nevado, renovaron su consagración y juramento de fidelidad.
Día y noche, ellos y con ellos los soldados cristeros de aquel campamento, hicieron guardia a Jesús Sacramentado públicamente expuesto y a quien por la mañana habían recibido en la Santa Comunión. Sus cantares y alabanzas resonaron en la majestuosidad de la montaña..
Continuará en la siguiente edición con EL HOSPITAL DE LOS VOLCANES
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