martes, 30 de marzo de 2021

Los Cristeros del Volcán de Colima, El Gral Anguiano Márquez escribe al control militar

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spéctador, libro sexto, capitulo segundo,
PRIMERAS SOSPECHAS 

(Enero a abril de 1928) Días de perplejidad.
EL GRAL ANGUIANO MARQUEZ ESCRIBE AL CONTROL MILITAR.

El jueves 23 de ese mes de febrero -ya en cuaresma-, en el lugar que al general Anguiano M. y compañero les servía de campamento, en la parte más alta de la Mesa de la Yerbabuena, bajo los encinos cercanos al borde, desde donde se ve todo el plan de la Joya y aun parte del valle de Colima, al lado de la nueva capilla que se había estrenado al principiar ese mes, estando reunidos el mismo general Miguel Anguiano Márquez, José Verduzco Bejarano, Marcos V. Torres y Jesús Peregrina, presente el mismo Padre Capellán que los escuchaba, se comentaba el problema que estaba causando el Control Militar de Occidente, sin 
que aquellos muchachos guerrilleros pudieran comprender de una manera plena aquel lío. El Padre, que era el que más lo comprendía, porque, aunque no pertenecía a la famosa U, sí sabía cómo estaba organizada y cómo se movía, guardaba reserva con relación a ese problema. Creía deber de conciencia no revelar nada de lo que los muchachos ignoraban.
El general Anguiano Márquez, muchacho bien intencionado, cristiano y culto, que apenas contaba 19 años de edad, propiamente estaba escandalizado de la indisciplina de aquellos señores del Control a quien él creía tan rectos y que no daban trazas de ser como él los había imaginado.
Ni Anguiano Márquez, ni ninguno de aquéllos sabían quiénes eran los nuevos señores del Control, después de la salida de Guadalajara de Antonio Ruiz y Rueda, el Delegado de la Liga, y ni propiamente les importaba saber quiénes eran, pero sí los imaginaban, al menos como ellos estaban enseñados a ser: disciplinados con relación a órdenes superiores, más aún que había juramento de por medio, aunque tuviera que estropearse el propio yo y la conveniencia personal o de provincia. Es que aquellos muchachos, por una parte, eran rectos y, por otra, estaban muy jóvenes. ¡Les faltaba mundo! El mayor de todos esos muchachos que habían sido estudiantes, era Marcos Torres que tenía 27 años. Peregrina era el más suspicaz.
Como nadie había visto las cartas que el general Michel había estado escribiendo, tanto al general cristero Degollado -el jefe de Operaciones Militares en el Sur de Jalisco y Colima-, como al Control Militar, alguno tuvo la suspicacia de atribuir, tal vez a informaciones parciales y no verídicas del general Michel, el que la cosa se hubiese retardado tanto. El Padre Capellán señor Ochoa trató de remover aquella idea, pues según él, el general Michel era hombre del todo recto.
Resultado de aquella discusión fue el acuerdo de escribir ellos, personalmente, al Control Militar de Occidente. Y con atención se escribió el oficio, firmado por el Gral. Anguiano Márquez transcribiendo el despacho de la Liga y pidiendo que a la mayor brevedad se diese orden al general Michel de entregar ordenada y comedidamente las fuerzas. Se decía que se esperarían todavía 15 días más, a fin de que, sin que se alterase el orden, se procediese a lo que la Liga había dispuesto. Se manifestaba también que, si se había esperado tanto, no era por falta de derecho, más aún que la inmensa mayoría de los luchadores eran muchachos adictos a él y le reconocían como sucesor del iniciador y jefe del Movimiento, general Dionisio Eduardo Ochoa, sino por el bien de la Causa y para que todo procediese como debe procederse entre compañeros y soldados de la Cruzada de Cristo Rey. (Del diario personal del Padre Capellán).
Este oficio lo llevaría Marcos Torres a Colima y de allí, el Jefe Civil Cristero se encargaría de que, por conducto de las muchachas de las Brigadas, llegara a manos de los señores del Control Militar de Occidente. (Fin de libro 6 capítulo 2)












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