miércoles, 27 de mayo de 2020

Los Cristeros del Volcán de Colima, Mas que por las quemadas, murieron de asfixia

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA“SPÉCTADOR”  LIBRO QUINTO, CAPITULO SÉPTIMO; (de agosto a diciembre de 1927)“MAS QUE POR LAS QUEMADAS; MURIERON DE ASFIXIA”

Cuando el general Ochoa sintió más de cerca la proximidad de su muerte, conociendo mejor que nunca la carga que por Jesucristo había tomado sobre sus espaldas, al ser jefe y sostén del movimiento libertador en el Estado, convocó a sus soldados como un buen padre a sus hijos, y les habló diciendo:
- Nosotros vamos a morir. Ustedes no vayan a desalentarse por nuestra muerte; ya Dios así lo quiso. ¡Sea por Dios! Acuérdense ustedes que juraron luchar hasta vencer o morir. Cuidado con desalientos por causa de nuestra muerte.
El coronel Vargas, el fiel compañero del general Ochoa, que moría muy cerca de él, cooperaba con empeño en aquella tarea.
ATROZ AGONÍA
A medida que adelantaban las horas, avanzaba también la muerte a cortar la vida de los mártires.
La sed que sufrían era terrible:
Tengo sed, repetían, como Cristo en su agonía; agua, más agua y esta exclamación era casi ininterrumpida.
Este tormento de la sed duró hasta ya entrada la noche. Agua, agua., sin interrupción.
La luz de la tarde apenas alumbraba, cuando María de los Angeles Gutiérrez, incorporándose violentamente dice:
- ¡Padre! ¡Padre! ¿En dónde está usted? Me muero. Réceme, Padre ¿me está ya rezando? Encomiéndeme a Dios ...Y cuatro o cinco minutos después, moría en un ataque de asfixia.
Y no había ningún medicamento para al menos calmar los dolores de aquellas víctimas. Dionisio Eduardo fue el primero que advirtió que estaban muriendo, más que de las quemaduras, de intoxicación; pues entre las sales que habían ardido, había arsénico. Pero no había ningún antídoto con qué atenderlos.
A la luz del crepúsculo, sucedió una noche llena de pesares. Alumbrados por dos pequeñas velas de parafina que ardían a los lados del altar, siguieron agonizando los demás. Eran las 11 de la noche cuando Faustina Almeida murió igualmente en un acceso de asfixia.
A las doce Ochoa repite con fervor, pero con voz ya entrecortada por la agonía, el acto de contrición que veinticuatro horas hacía había hecho, al recibirse como vasallo de Cristo Rey. 
Vargas, que tenía aún más vida que él, siguió con voz más fuerte y clara:
- Os ofrezco mis sufrimientos y trabajos de este día, para que tu divina Realeza impere sobre México ... En voz baja Dionisio Eduardo dice a su hermano el sacerdote que lo que le dolía, mucho más que las quemaduras, era el corazón.
Desde este momento el general Ochoa no hacía sino repetir, con suma frecuencia y con voz muy fuerte, que se oía a lo lejos, en medio del silencio de la noche:
- ¡Hágase, Señor, ¡tu voluntad! ¡Ave María Purísima! - y suplicaba, con voz muy entrecortada, a su hermano sacerdote, que se rezase el Santo Rosario. Continuará























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