jueves, 14 de mayo de 2020

Los Cristeros del Volcán de Colima. Las ultimas palabras del moribundo cristero

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA 
Libro 5 Capitulo 7
CRÓNICA DE AGOSTO A DICIEMBRE DE 1927.  
Viene de la edición anterior.
¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!

!LA ULTIMAS PALABRAS DEL MORIBUNDO GENERAL EDUARDO OCHOA¡

Sarita Flores Arias, contestando al Sacerdote que los exhortaba a sufrir por Jesucristo y les hacía ver la gloria del sufrimiento, contesta, en nombre suyo y de sus dos compañeras:
- Bien conocemos, Padre, que es una muy grande gloria morir por Nuestro Señor. Nosotras no somos dignas de sufrir por El, ayúdenos a darle gracias.
Faustina Almeida, con una modestia a toda prueba, sufre en silencio tal, que parece que nada le afecta:
- Perdónenme -decía con humildad-, perdónenme, que yo fui la culpable de tanto desastre -decía esto únicamente por ser ella la comisionada para el trabajo de la fabricación de las bombas; pues las demás eran, en esa industria guerrera, sólo ayudantes y compañeras.
Antonio C. Vargas contestaba con voz que resaltaba entre todas, a todos los Vivas y oraciones que oía a sus compañeros.
Dionisio Eduardo, en tanto, también tendido en el suelo y moribundo, contestaba con voz clara a las oraciones litúrgicas de su hermano Sacerdote que administraba la Extrema Unción a las fervientes moribundas.
Cuando ese acto hubo terminado, al ver que no se continuaba con él administrándole los últimos Sacramentos, dice:
- ¿A mí no? También a mí, hermano.
El Padre don Enrique le replica, diciéndole que no lo veía a él en estado de muerte.
- Aunque no me veas muy grave, yo sí me siento grave -responde Dionisio Eduardo.
Añadiendo luego con la grandeza de su alma humilde estas textuales palabras:
- Es que soy muy cobarde. Yo creo que sí se me puede administrar la Extrema Unción. De todas maneras, es una bendición de Dios. ¿Me la administras?

Vencido el Padre Capellán, no replicó más y administró la Santa Unción a los dos heroicos y piadosos jefes del movimiento cristero del Volcán. Después principió a exhortarlos para que ofreciesen sus sufrimientos y su vida por el reinado de Cristo en México.
Dionisio Eduardo Ochoa contestó:
- Ofréceme tú, hermano, tú lo harás mejor, yo casi no puedo; ofréceme como tú dices. Haz el ofrecimiento de mis sufrimientos y de mi vida en nombre mío.

ULTIMAS PALABRAS DEL GENERAL MORIBUNDO. 

El Sagrado Viático no fue posible administrárselos: ya el Sagrado Depósito había sido consumido. Sin embargo, aquella mañana habían comulgado ellos cinco. 
Dionisio Eduardo hacía ya varios años que comulgaba diariamente. Siempre, desde niño, había sido piadoso; pero en los últimos años su piedad se había encendido mucho más, y en su vida de cristero él comulgaba todos los días en que se celebraba la Santa Misa. Más aún, raras veces no la ayudó él, personalmente, como gloria, como gracia, como honor que él se disputaba cuando le era posible.
Cuando el general Ochoa sintió más de cerca la proximidad de su muerte
CONTINUARÁ.




















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