LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
“SPECTADOR”
LIBRO QUINTO, CAPITULO SÉPTIMO; (Desde agosto a diciembre de 1927).
“INDUSTRIA DE GUERRA EN EL CAMPO CRISTERO”
Las necesidades de la lucha imponían esfuerzos nuevos.
Habíanse reunido en la misma Mesa de la Yerbabuena, la mañana del 7 de noviembre, el general Dionisio Eduardo Ochoa, el' coronel Antonio C. Vargas y las señoritas de las Brigadas Femeninas Sara Flores Arias, Faustina Almeida y María de los Ángeles Gutiérrez, verdaderas heroínas, quienes
después de haber estado en Colima procedentes de Guadalajara, Jal., para la fundación de las Brigadas, habían llegado al campamento de la Mesa, en la mañana del citado lunes día 7, escoltadas por el capitán Marcos Virgen Torres y sus soldados, con e! fin de fabricar para los libertadores, bombas explosivas de mano.
El mismo día principiaron su trabajo con muy buen éxito, e hicieron en los días subsiguientes una considerable cantidad.
El día 11, por ser dedicado en la Nación Mexicana a Cristo Rey, estuvo el Santísimo Sacramento, día y noche, en la humilde capilla del campamento, aquella que los cristeros habían construido para la festividad de Cristo Rey.
Con el fin de dedicarse al culto de Cristo Sacramentado, se suspendieron los trabajos en aquella ocasión y, en verdad, no cesaron ni de día ni de noche los cánticos y oraciones ante el pequeño y hermoso sagrario que guardaba a Jesús. Personalmente el general Dionisio Eduardo Ochoa adornó con flores silvestres el altar en que estuvo el Augusto Huésped.
COMO PENSABA EL GENERAL OCHOA RESPECTO A LA MUERTE
El mismo día, cuando sentados en el suelo tomaban su pobre alimento, único que en ese día tenían -unos pedazos de pan seco con miel de abeja-, Dionisio Eduardo Ochoa, su jefe de Estado Mayor coronel Antonio C. Vargas, las señoritas venidas de Guadalajara y los cristeros de su escolta, uno de sus
principales colaboradores, J. Trinidad Castro, tratando de la muerte de los mártires, dijo que él prefería morir en la ciudad, fusilado por los enemigos.
En el acto Ochoa, cortando casi la palabra del amigo y compañero, replicó: - Me parece que él deseaba morir públicamente en la ciudad, es cierta vanagloria. Yo creo que para morir por Jesucristo y tener el mérito del martirio da lo mismo morir en la ciudad, que acá donde estamos, y ser fusilados por los perseguidores, morir luchando contra ellos, como es nuestro deber como soldados de Cristo, o de la manera que Dios quiera. CONTINUARÁ
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