LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Viene de la edición No 344
LA VIDA DE DIONISIO EDUARDO OCHOA
SU VIDA CRISTIANA
En lo particular, Dionisio Eduardo, en su vida de estudiante tapatío, acrisoló su vida de unión con Cristo. El sabía que la fuente de la gracia para ser leal y viril y alegre en la vida, con la alegría de los hijos de Dios, se tiene en la Eucaristía; y así todas las mañanas, oía la Santa Misa y, con recogimiento y unción, recibía la Santa Comunión.
Siempre que por alguna circunstancia no había ningún impedimento, se presentaba en la sacristía, momentos antes de principiar el acto religioso, besaba la mano del Sacerdote y se ofrecía a ayudar la Misa. La práctica de la Comunión diaria, aunque ya venía de más lejos, había sido uno de sus propósitos que dejó escritos, entre otros, en los últimos Ejercicios Espirituales que hizo en Colima en la Pascua de 1925.
Ingresó a la Congregación Mariana de Jóvenes establecida allí en Guadalajara en el Templo de San Felipe, contiguo a su Escuela Preparatoria y, para todos sus amigos, fue el jovial y leal compañero: a muchos de ellos llevó a la Congregación Mariana y a la Comunión frecuente; les aconsejaba con frecuencia y reprendía sus errores.
A su hermano el Padre don Enrique de Jesús trataba con mucho afecto y respeto: le miraba con cariño de verdadero amigo a quien confiaba fraternalmente sus problemas y penas, al par que con respeto, más aún, con docilidad de hijo.
En cierta ocasión su hermano el Padre don Enrique de Jesús, apenado al verlo entre tantos peligros morales, le escribió desde Colima una larga carta haciéndole algunas recomendaciones y advertencias. Dionisio Eduardo contestó en seguida:
Querido hermano: Recibí tu filípica ... No tienes por qué mortificarte muchote: cuando trabajé en ésa, en el Gobierno, ¿estaba entre santos? Así como con la ayuda de Dios no cambié allá, así espero no cambiar aquí.
Continuará.
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