Permanecía una imagen de San Francisco en un espacio fuera de la vista de los fieles por carecer de uno de sus ojos y sería motivo de una reparación general, Jesús, quien era uno de los monaguillos del templo de San Miguel, la observó durante varios minutos y notó que por el hoyo se introducía una
Comedidamente, por parte de Jesús, la imagen fue objeto de una limpieza total y colocada en el lugar que consideró el más estratégico del templo.
Al día siguiente se llevó a cabo una celebración religiosa de gran importancia por lo que el templo se encontraba abarrotado de fieles, Jesús se coloca tras la imagen, resguardado por un lienzo de color morado y en el momento en que el Sacerdote, encaramado en el púlpito y emocionado se dirigía a la concurrencia resaltando la vida del Santo, motivo de la celebración, jaló el hilo dejando al descubierto el agujero por donde salían los insectos y para apresurar el desalojo de éstos agitó el alambre que previamente había colocado en el interior de la imagen.
Los insectos sumamente alterados salían de su refugio y a los pocos segundos las manos, rebozos y sombreros de los presentes eran insuficientes para espantarlos para evitar ser atacados.
Desde las alturas en donde se encontraba el Sacerdote observó los acontecimientos, suspendió su arenga y se dirigió al lugar en donde sorprendió al autor de la maldad, no sin antes ser atacado por varios bichos que le produjeron crecidas hinchazones, principalmente en su cara y manos.
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