LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Noveno La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre),
La Fiesta de Cristo Rey, Consagración del Ejercito Libertador; Batalla Encarnizada.
Viene de la edición # 538.
COMBATE CERRADO.
En este mes de octubre no se registraron combates importantes. Todo se redujo a pequeños tiroteos y escaramuzas. Lo de más significación, en la región de los volcanes, fue un combate el mismo día 2, en el Cerro de las Trementinas.
Allí pelearon fracciones de las fuérzas de los capitanes Andrés Navarro y José Cervantes, contra una gruesa columna del general callista Heliodoro Charis.
La acción fue del todo adversa a los enemigos, pues murieron más de veinte soldados, entre ellos un coronel y varios oficiales. De los libertadores no hubo nada que lamentar.
En la zona del oriente, a donde después de muerto Marcos Torres, había marchado el general Anguiano con objeto de atender personalmente las necesidades de aquellos grupos, hubo que pelear durante cinco días continuos con los perseguidores, quienes tuvieron como cincuenta bajas. De parte de los libertadores no hubo ni siquiera un herido.
LA FIESTA DE CRISTO REY
Al fin del mes, el último domingo, los cristeros tuvieron su gran día: la fiesta de Jesucristo Rey, en la cual se hizo la consagración solemne y oficial de la División del Sur de Jalisco al Sacratísimo Corazón de Jesús. En los tres campamentos principales: el Volcán, Cerro Grande y Vallecito de Cristo Rey, se efectuó la solemnidad como mejor se pudo. A estos tres lugares afluyeron todos los libertadores de las respectivas regiones para jurar una vez más fidelidad a su Rey, adorarle, vitorearle y recibirle sacramentado en sus corazones.
La fiesta de los Cruzados del Volcán se efectuó en la Mesa de la Yerbabuena o de los Mártires, como oficialmente se le llamaba, según se ha dicho, por haberse inaugurado la capilla del campamento -en ese tiempo ya destruida- el día cinco de febrero, fiesta del protomártir mexicano, San Felipe de Jesús. Allí, a pocos pasos del cementerio donde descansaban los restos de Dionisio Eduardo Ochoa y sus compañeros muertos por la causa de Cristo, se levantó una nueva ermita.
Estuvieron presentes los libertadores del regimiento del general Salazar y de los tres escuadrones del Volcán, que comandaba directamente el coronel José Verduzco Bejarano, en gran armonía, para tributar sus homenajes a Jesucristo Rey, quien estuvo expuesto públicamente en la Hostia Consagrada de la Santa Custodia, desde la noche de la víspera, hasta la tarde de la fiesta.
Los fervorosos cánticos y no interrumpidas plegarias resonaron majestuosos muy a lo lejos, en medio de grande libertad y dicha. Con las abnegadas señoritas de las Brigadas, encargadas del hospital, y con algunos escogidos elementos cristeros, se formó un pequeño orfeón que con tiempo estuvo preparando la jefe del grupo del hospital cristero, señorita Amalia Castell, para el canto de la Misa y los ejercicios comunes. La Misa que se interpretó fue la De Angelus a coro, que resultó hermosamente ejecutada por los cristeros, sus familias y las señoritas de las Brigadas del hospital cristero. Sobre todo, hubo mucho fervor y entusiasmo santo.
¡Qué vibrantes y hermosas se elevaron al Cielo, salidas de incontables pechos, las voces de aquel himno!:
¡Oh buen Jesús, cantemos hoy tu gloria,
y vivas mil te demos con ardor.
A ti loor, imperio, amor, victoria.
¡Reina sin fin, tus Leyes son amor!
Y las de aquel otro que cantaban casi a diario los cruzados en sus campamentos:
¡Que viva mi Cristo!
¡Que viva mi Rey!
¡Que impere doquiera
Triunfante su Ley!
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva Cristo Rey!
Continuará edición # 540
NUEVO COMBATE EN COMALA.
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