LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator. LIBRO SÉPTIMO Capítulo Cuarto
La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre)
Luchar, sufrir y morir por Cristo.
Viene de la edición 515
EL NIÑO J. MERCED ANGUIANO MARQUEZ
Era nativo del pueblo de San Jerónimo, Col., hermano tanto del general Miguel Anguiano Márquez, como del teniente coronel Gildardo, del mismo apellido. Siendo él muy pequeño, sus padres se trasladaron a Colima para fijar allí su domicilio. El niño Anguiano Márquez, por tanto, tuvo a Colima como su segunda tierra. Su mamá, doña María Márquez, era mujer cristiana, piadosa y buena y supo orientar debidamente a sus hijos.
Cuando el chico J. Merced tuvo sus 10 u 11 años de edad, ingresó a las Vanguardias de la A.C.J.M., dirigidas, en ese tiempo, por J. Trinidad Castro, que fue magnífico forjador de juventudes, así como se dijo cuando de él se trató en páginas anteriores.
Cuando se inició la campaña cívica de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, J. Merced era de la banda de chicos aguerridos que en todas partes se introducían para distribuir propaganda católica.
De aquí que, cuando Miguel su hermano se marchó a la montaña para unirse al jefe Dionisio Eduardo Ochoa, iniciador en Colima del Movimiento bélico de la Cruzada de Cristo Rey, el chico J. Merced principió con tenacidad a instar para obtener permiso de marcharse también.
Y tanto instó y luchó, no sólo con su padre, don Mariano, para que se lo permitiera, sino con Miguel su hermano para que lo admitiera, que, al fin, un buen día, se le concedió lo que tanto anhelaba: traer su carabina, su carrillera a la cintura y echar bala en los combates, a los enemigos de Dios y de su Patria, conforme él lo consideraba. Ya en ese tiempo su mamá había muerto.
El ejemplo de aquel niño Anguiano Márquez fue seguido por otros. Y eran valientes, listos, audaces, disciplinados. En los combates eran de los que con más arrojo luchaban.
No fue mucho el tiempo que anduvo de guerrillero. En el mes de marzo, el teniente coronel Gildardo Anguiano Márquez, acompañando a su jefe inmediato, el coronel Marcos Torres Virgen, hizo una gira por el Sur del Estado, por las zonas de Ixtlahuacán, Tecomán y aun el limítrofe pueblo de Coahuayana, Mich.
No muy lejos, en una ranchería denominada Las Trancas, del Municipio de Ixtlahuacán, se encontraron las fuerzas del coronel Marcos Torres Virgen con los callistas, entablándose fuerte tiroteo, en el cual resultó herido el chamaco. Su hermano, el teniente coronel Gildardo, lo rescató y lo llevó, para ponerlo a salvo, a un lugar vecino denominado Huerta de las Haciendas; pero nuevamente, en cuanto llegaron, se repitió el ataque enemigo y los soldados cristeros del grupo tuvieron que batirse en retirada y huír. El chamaco logró ocultarse entre el boscaje y así escapó de los enemigos.
Con su espíritu inquieto de chamaco, y anhelando saber el resultado del combate, salió como pudo y subió a la cima de la loma, para desde ahí observar si el enemigo se retiraba y si acaso volvían sus compañeros. Ahí estuvo varios días sin comer y sin tener ninguna curación ni atención alguna, escondido entre las malezas. Sus compañeros, cuando lo buscaron, no lograron encontrarlo ni saber de él, y él, al fin, obligado por el hambre, con mucho trabajo bajó al quinto día a unos ranchos, en donde una mujer, al verlo herido y con sus ropas sucias y llenas de sangre, lo denunció a las fuerzas agraristas y el niño J. Merced Anguiano Márquez fue golpeado brutalmente y asesinado. Era entonces el 17 de marzo de 1928.
Continuará
EN HUERTA DE LAS HACIENDAS;
para la dición No 517 del 150922
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