LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO Capítulo primero. La primavera del movimiento
(1928 -mayo a diciembre). El padre Emilio Pérez. La acción de Manzanillo.
Viene de la edición anterior 504
En estos momentos se tiene la certeza de que tales negociaciones se están llevando con particular actividad por algunos Ilustrisimos Prelados (los Señores Leopoldo Ruiz y Flores, Arz. de Morelia y Pascual Díaz y Barreto, Obpo. de Tabasco).
III. Que por las actividades a que nos hemos consagrado, estamos en condiciones de saber lo que en las diversas clases sociales se quiere y se siente con relación a los asuntos del conflicto religioso y en esa virtud podemos dar testimonio de ello con conocimiento de causa;
IV. Que hay en todas esas clases sociales, especialmente en las acomodadas, personas para quienes, por desgracia, el conflicto religioso y la enconada persecución no significan otra cosa que las molestias y pérdidas que con motivo de la lucha se ocasionan, y por esa causa, quisieran que cuanto antes ésta cesara de cualquier manera y se volviese a la paz, aunque esa paz fuese la que reina en los sepulcros. Esas personas no han luchado jamás por su fe ni lucharán por ella.
V. Que, a Dios gracias, no es su parecer el dominante entre los que sienten en el alma el conflicto. Aquellos que se han entregado de todo corazón a defender las libertades más sagradas, en diversos géneros de actividades, y los que aun, por motivos particulares, no han podido entregarse a la lucha, pero que han dado patentes muestras de que aman de verdad su fe y anhelan su conservación en su Patria, manifiestan, movidos por una especie de instinto sobrenatural, vigoroso, preciso, vehemente, una honda inquietud, un profundo temor, un grave desconcierto, cada vez que se habla de que se llega al fin del conflicto por medio de un arreglo provisional, como el que hemos expresado.
Consideran las gravísimas consecuencias que se seguirían de él:
A) Un sentimiento de desaliento, de derrota, porque es seguro que así se estimaría por todos los que han conocido del conflicto, y así lo sentirían todos los que han tomado parte en él.
B) ...
H) La certeza fundada en una amarga y segura experiencia, de que los perseguidores no cumplirían los compromisos contraídos, así lo hicieran empeñando su palabra más sagrada de honor, porque son, aunque muy hábiles para la maldad, de una falta de cultura, sobre todo moral, verdaderamente asombrosa, y se podría asegurar que en el momento que cesara el interés que actualmente tienen para obtener la paz, desconocerían con la mayor desvergüenza sus compromisos, sin que les importase nada que ante el mundo se les dijese que no tenían honor.
I) La convicción más firme que muchos abrigan de que lo que pretenden los perseguidores es deshonrar la causa que defienden los católicos, presentando el espectáculo de ver a la Iglesia sujetarse a una ley que la misma condenó, y obtener la rendición de los que en el ejercicio del sagrado derecho de legítima defensa, se han enfrentado con los tiranos y resistido con las armas en la mano
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