jueves, 28 de octubre de 2021

Los Cristeros del Volcán de Colima en campamento de Andres Salazar en Cerro Grande

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA.

Spectador, libro sexto, capitulo quinto, NIEBLA DE INVIERNO (Enero a abril de 1928)
“EN EL CAMPAMENTO DEL GENERAL SALAZAR” 
Viene de la anterior
Día 15., En Cofradía de Jaluapan. Celebrada temprano la Santa Misa que con mayor devoción ofrecí por el arreglo de las dificultades, salí de Cofradía a Cerro Chino para entrevistarme con el general Salazar. Fui completamente solo, aun sin mi asistente que quedó, por mandato mío, al pie del cerro. Pensé que sería mejor ir solo; si iba con alguno o algunos soldados de escolta, tal vez la reacción sería peor. A mí, a mí, separadamente, no era tan fácil que quisieran parapetárseme y hacerme algún mal. En junta de otros, sabe Dios qué pasaría.
Bajé de mi caballo y entré a la casita en donde se encontraba Salazar. Estaba solo; pero afuera estaban sus armados guardando su casa. Lo saludé y le dije que le llevaba a obsequiar una bonita medalla de plata de la Milagrosa.
El la aceptó y se la prendió en su camisa. Yo respiré tranquilo: La Virgen hará el milagro, me dije.
Luego afronté el problema. Larga fue la discusión. Le fui rebatiendo uno a uno los puntos de su oficio; mas él no transigía y continuaba aferrado a su descabellada resolución de que, o se le concedía lo que pedía, o tomaba él las armas contra los mismos compañeros.
Frustradas todas mis razones se me ocurrió una última idea, afrontando el todo por el todo: Lo que ustedes pretenden hacer de tomar las armas contra los propios compañeros, no sólo es malo e injusto, sino que es en contra de lo que tienen jurado, de evitar todo problema con los compañeros en la lucha. Y si ustedes no desisten de ello, yo, por mi deber de Sacerdote, me presentaré en su campamento, y hablaré a los soldados de usted haciéndoles ver que lo que pretenden es indebido y malo, y contra el juramento que, como soldados de Cristo Rey, han hecho. Y esto, aunque sea yo el primero que muera, porque alguno de los suyos me mate. Me da lo mismo morir a manos de los enemigos, que morir a manos de ustedes, cumpliendo con mi deber sacerdotal. Y les diré, que en todo esto que es malo, tienen deber cristiano de no obedecer a ustedes.
Con esto principió a bajar su enojo y comenzó a ceder. Quedó en que se trataría el asunto con los oficiales que habían firmado el oficio. (Del diario del Padre Capellán).

EN EL CAMPAMENTO DEL GENERAL SALAZAR

Día 16., Celebré Misa votiva del Espíritu Santo. Llegaron el general Salazar y sus oficiales. Salazar mismo me instó para que fuera a su campamento. Llegamos, comimos y me acosté un rato bajo unos árboles a esperar que se juntaran los oficiales y resolvieran lo que quisieran. Ya no hice hoy ninguna instancia. Creo que basta lo de ayer. Además, tal vez sea lo más prudente que no me vean muy interesado. 
Cuando menos lo esperaba, Salazar se me acercó a rogarme que hablara uno a uno a los oficiales en pro de que retirasen su oficio; pero temiendo yo que no hubiese sinceridad en él, me negué a ello, diciendo que creía suficiente lo que había hablado con él el día anterior; que resolvieran libremente; que deseaba saber únicamente la última resolución de ellos para obrar inmediatamente conforme a mi deber sacerdotal, según se lo había ya dicho; pues yo, costare lo que costare, aunque fuere mi vida, hablaría a los soldados e impediría sus intenciones. Continué recostado bajo aquella sombra y, con asombro, estuve viendo a Salazar que fue llamando a sus oficiales para convencerlos de que desistieran. 
Aquello era maravilloso. Su cara ceñuda se iba llenando cada vez más de sincera alegría y conmigo estaba afable. Se hizo la junta en la cual todos, menos Jesús Mejía y Prudenciano Mendoza, aprobaron que se retirase el oficio. Se firmó un acta en la cual se comprometían todos a evitar las discordias y a no romper la unidad. Les entregué luego su oficio que el general Gutiérrez me había confiado y que Salazar, personalmente, hizo pedazos.
Casi obscurecía cuando bajé al campamento del mayor Candelario Cisneros en Cofradía de Juluapan, bendiciendo a Dios y convencido de que aquello, ciertamente, era un verdadero milagro de la gracia., ...Continuará; EL ELOGIO DE LA LIGA






















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